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1910: Las españolas por fin van a la universidad

El camino hacia ese día de 1910 se encuentra pavimentado con nombres de pioneras como el de María Elena Maseras. El 8 de marzo de 1910 se publicó la Real Orden de Instrucción Pública, firmada por el rey Alfonso XIII, por la cual permitía la concesión “sin necesidad de consultar a la Superioridad, las inscripciones de matrícula en enseñanza oficial o no oficial solicitadas por las mujeres”. Con esta orden las mujeres podían realizar, sin permiso, estudios superiores en las universidades españolas. Antes de eso, acudían a la universidad pero solo en calidad de estudiantes privados y con permisos especiales.
 
Tampoco se les permitía juntarse con el resto de alumnos. Se sentaban cerca del profesor, no debían abandonar el aula hasta que los hombres lo hicieran y un encargado las conducía como escolta a la siguiente clase para que no deambulasen solas por la facultad.
 
El camino hacia ese día de 1910 se encuentra pavimentado con nombres de pioneras como el de María Elena Maseras. Fue la primera a la que se le permitió matricularse en una universidad, en régimen privado, gracias a un permiso especial del rey, por entonces Amadeo de Saboya.
 
Una vez matriculada, Maseras continuó con su lucha, esta vez, para conseguir permiso para acudir a clase como el resto de alumnos de género masculino. Incluso tuvo que pelear para que su título de médico, obtenido en las mismas condiciones que sus compañeros, le facultase para ejercer la medicina. Un caso similar es el de Dolores Aleu, también estudiante de medicina que además, en 1882, pudo defender su tesis para obtener el doctorado.
 
Y por supuesto está la escritora gallega Concepción Arenal, muy vinculada al movimiento feminista de finales del siglo XIX que, entre 1841 y 1846, acudía a la Universidad de Madrid disfrazada de hombre. Con el pelo corto, ataviada con capa, levita y sombrero de copa, Concepción asistía a las clases de la Facultad de Derecho como oyente y participaba en tertulias políticas y literarias, algo también vetado al género femenino de la época.
 
Aunque tarde respecto a otros países europeos, donde esa normalización se produjo antes de terminar el siglo XIX, aquel 8 de marzo España dio un paso importante hacia la igualdad. Fue el resultado de la lucha constante de muchas mujeres que pelearon por conseguir lo que hoy en día es algo tan lógico, que asombra que alguna vez fuese ilegal.

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