España podría perder más de la mitad de sus empleos

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España podría perder más de la mitad de sus empleos

Mujer con un móvil

Un análisis sobre la ‘Cuarta Revolución Industrial’, realizado por la Confederación Europea de Sindicatos (CES), cree que esta amenaza podría concretarse durante las próximas dos décadas Compañías como Uber, Airbnb, Wonolo, Lending club, eBay, Amazon, Booking, Taskrabbit o Upwork han saltado a la palestra en los últimos años gracias a la conocida como «Cuarta Revolución Industrial», que se fundamente en la extensión masiva del Internet de alta velocidad y en el uso de ‘Big Data’. Así, la proliferación de teléfonos móviles que por unos pocos cientos de euros equivalen a ‘súper computadoras’ que en los años 70 habrían costado millones, ha permitido que cualquier persona pueda convertirse en un productor o distribuidor de bienes y servicios.

Un cambio estructural de una importancia que todavía no hemos alcanzado a comprender, pero que ha generado dos visiones contrapuestas. Por un lado, la distópica, que cree que nos encaminamos a «la total liberalización del sector servicios, extendida a escala global, mucho más allá de los sueños más salvajes de cualquiera de los defensores de la directiva Bolkestein«. Por otro, la de aquellos que creen que se abre un panorama de nuevas oportunidades basadas en proyectos colaborativos; un nuevo modelo que maximizaría el valor de uso de los bienes en lugar de la extracción de beneficios.

Más en el terreno de los ejemplos concretos, nos encontramos por un lado a aquellos que creen que, a través de cambios como el que, por ejemplo, ha representado la irrupción de Uber en el sector del transporte de pasajeros, avanzaríamos hacia el fin del modelo social europeo ya que las leyes laborales o la regulación del tiempo de trabajo dejarán de tener efecto. Mientras que por la otra parte, están quienes ponen el énfasis en que, por ejemplo, estas nuevas plataforma servirán para que pensemos en compartir coches antes que en comprar nuevos ejemplares.

Un debate entre dos visiones que sirve para abrir el informe titulado «Digitalización de la Economía y su Impacto en los Mercados de Trabajo» que acaba de publicar la Confederación Europea de Sindicatos (CES), organismo que incluye a 85 confederaciones nacionales de sindicatos pertenecientes a un total de 36 países europeos, y 10 federaciones industriales europeas que dan cobertura aproximadamente a 60 millones de sindicalistas. El trabajo de esta entidad, que como curiosidad entre 2011 y 2015 estuvo presidida por Jose Ignacio Fernández Toxo, sustituido ahora por el belga Rudy De Leeuw, ofrece así una visión panorámica de las oportunidades y amenazas que se derivan de la conocida como «Cuarta Revolución Industrial», así como de cuáles podrían ser sus efectos en las condiciones de vida de la población laboral.

Y, aunque el estudio no llega a ninguna conclusión definitiva, sí que ofrece algunos apuntes realmente inquietante. Así, basándose en cálculos del ‘think tank’ especializado en economía «Bruegel», probablemente el más influyente en las instituciones comunitarias, se señala que más de la mitad de los empleos de España estarían «en riesgo». Una vez más, serían los países de la periferia europea los más afectados por la nueva coyuntura económica; en este caso por la «computarización». España sería de esta forma el décimo país de la UE que más puestos de trabajo podria perder, con Rumanía, Portugal, Bulgaria y Grecia encabezando esta desgraciada clasificación alcanzando porcentajes del 61,93%, 58,94%, 56,56% y 56,47%, respectivamente.

Por el contrario, los países con menor porcentaje de puestos de trabajo en riesgo de desaparición dentro de la Europa de los 28 serían Suecia, Reino Unido, Holanda, Irlanda, Dinamarca, Francia, Luxemburgo, Letonia, Bélgica y Alemania. Aún así, con porcentajes que irían desde el 46,69% del país nórdico hasta el 51,12% del país germano.

No obstante, conviene destacar que no todos los apuntes que se realizan son tan ‘apocalipticos’. Así, el estudio también incluye análisis como los de la Hans Böckler Foundation que defiende que «aunque, sin ninguna duda, habrá cambios en la naturaleza del trabajo en el futuro, esto no significará necesariamente una desaparición en el número total de puestos de trabajo».

Investigadores del Centro para la Investigación Económica (Zentrum fu?r Europäische Wirtschaftsforschung –ZEW-) han señalado, en este sentido, que, por ejemplo en Alemania, ‘solamente’ un 12% de los empleos se verían amenazados por esta nueva revolución industrial. De esta forma, ya para 2025, tan solo el sector industrial del país renano podría haber perdido 490.000 empleos, sí; sin embargo, se apunta también, que «es probable» que para entonces hayan aparecido 430.000 más en dicho sector secundario de la economía.

Pero estos nuevos empleos, eso sí, no aparecerían por ‘generación espontánea’. Como señala el ZEW, Alemania es probablemente el país de la Unión Europea que más ha invertido en lo que llama «nueva economía digital» a través de iniciativas como «Trabajo 4.0″(Arbeiten 4.0). Ésta pretende la puesta en marcha de un gran número de «fábricas inteligentes» que a través de un uso intensivo de Internet, del ‘big data’ y de tecnologías puntas conecte y comunique a las cadenas de producción con los mercados de oferta y demanda de forma mucho más eficiente.

La extensión del modelo de producción que ha llevado a «Zara» al éxito global al conjunto de la industria para entendernos; pero, en este caso, acompasado con el desarrollo de «nuevas formas de participación en el trabajo que aseguren que los salarios justos y la seguridad social característica de nuestra economía social de mercado también se aplique a las nuevas formas de trabajo», en palabras de la ministra de Empleo y Asuntos Sociales alemana, Andrea Nahles.

Nahles hizo esta reflexión el 22 de abril del año pasado al presentar la mencionada iniciativa «Trabajo 4.0» incidiendo en que otro de sus puntos claves es el de la formación continua de los trabajadores ya que sólo así se podrán adaptar al cambio tecnológico de un mundo caracterizado «por su mayor diversidad, la discontinuidad y la incertidumbre». Unos términos que quizá no resulten de lo más reconfortante, pero que, según aseguró, incluso podrían «incrementar significactivamente las ventajas comparativas de la producción europea y protejer o, aún más, traer de vuelta trabajos que han sido externalizados fuera de la Unión Europea».

Un enfoque quizá un tanto voluntarista, pero que, en cualquier caso y como bien se apunta en el citado informe, «tan sólo ha sido caracterísitico de una pequeña minoría de países de la UE: Alemania, Francia, Luxemburgo, Suecia y, más recientemente, Holanda«. Así, hasta la fecha, la involucración de los agentes sociales no ha estado presente en la mayoría de las transformaciones digitales que han de asumir el conjunto de sistemas productivos de la Eurozona, ni desde luego en las ‘recetas’ por defecto durantes estos últimos años para las economías de la periferia europea.

También llama la atención, por cierto, el análisis y las soluciones prescristas por la ministra de trabajo alemana para su propio país cuando se ha indicado la desregulación de los mercados laborales y la devaluación social y salarial como adecuadas para el resto; es decir, medidas que apuntan en sentido radicalmente opuesto al de mayor participación de los agentes sociales en las empresas y al de una mayor capacitación del factor trabajo.

Además, los anteriores no sería los únicos grandes desafíos a afrontar por las economías europeas a la hora de adaptarse a la mencionada Cuarta Revolución Industrial. A lo largo del informe, también se apunta que Europa está en riesgo de quedar en una posición marginal en la ‘economía digital’ al depender de los datos de Estados Unidos. Los principales motivos serían que las ‘start-up’ europeas no gozan de las mismas posibilidades de financiación que sus contrapartes americanas, cuentan con menor apoyo tecnológico, y se desarrollan en un mercado europeo «excesivamente fragmentado tanto en lo cultural y linguístico como en el ámbito financiero».

Así, según este análisis de situacion, después de un largo periodo en el que Europa aprovechó para reducir su déficit de productividad respecto a EE.UU.; ahora, los países europeos no estarían sabiendo hacer lo propio con la revolución de las TIC. Una nueva etapa en la que está en juego esa generación de nuevos empleos, y las condiciones de trabajo de estos. Es decir, si en esta fase de la ‘nueva economía’, en cada país predominarán los profesionales cualificados o si los trabajadores simplemente recurrirán a las nuevas tecnologías para ofrecer su fuerza de trabajo sin ningún tipo de intermediación ni protección laboral. El modelo de países de ingenieros frente a países de ‘poner tapitas y cañitas’ a los turistas elevado a la máxima potencia.

En el primer caso, se encontrarían trabajos como analistas y arquitectos de datos, desarrolladores de sofware y de aplicaciones, especialistas en ‘networking’ e inteligencia artificial, diseñadores de nuevas máquinas inteligentes, robots e impresoras 3-d, o los especialistas en marketing y comercio digital. En el segundo, trabajos de menor cualificación, como por ejemplo limitarse a ‘picar datos’ para Internet, o con un gran componente de precariedad, como conseguir emplearse puntualmente a través de las nuevas plataformas digitales como conductor, cuidador de animales o haciendo alguna reparación o ‘chapuza’.

Una nueva polarización en los mercados de trabajo que iría acompañada a su vez de la desaparición ya durante las próximas dos décadas, precisamente de aquellos empleos de menor cualificación como, por ejemplo, los de dependientes de comercio, los más relacionados con las tareas puramente administrativas, o los de los sectores de manufacturas, construcción o transporte y logística. Por el contrario, aquellos empleos con mayores garantías de sobrevivir, según otro de los estudios señalados en el informe que aquí analizamos, serían los relacionados con sectores como el educativo, el artístico, los medios de comunicación, los servicios legales, la gestión empresarial, una parte de los servicios financieros, los de ingenieros, informáticos, y científicos y los de algunos servicios como los relacionados con los cuidados de belleza o con el trabajo social.

Pero también aquí existe un apunte para la esperanza y es que como apunta el estudio, todo dependerá de decisiones políticas como, por ejemplo, si permitiremos la circulación de camiones sin conductor o el transporte de mercancías a través de drones. O en sentido contrario, reproduciendo las dos visiones contrapuestas sobre la «Cuarta Revolución Industrial» que comenzábamos señalando, por decisiones que en lugar de luchar contra las nuevas tecnologías, aprovechen su potencial trasformador, como, por ejemplo, defiende el periodista y analista económico Paul Mason en su libro «Postcapitalism: A Guide to Our Future», para remodelar el Estado, redefinir las relaciones de propiedad poniendo fin a los monopolios, promover el trabajo colaborativo y aprovechar los incrementos de productividad para universalizar un modelo de renta básica.

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