Podemos: toda la leña al fuego en la recta final de un ímprobo ‘asalto a los cielos’

ESPECIAL XXIV ANIVERSARIO

Podemos: toda la leña al fuego en la recta final de un ímprobo ‘asalto a los cielos’

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos

Después de un año complicado y con las encuestas en contra, Pablo Iglesias lleva al máximo su maquinaria de partido para pelear el ascenso de Ciudadanos y atraer a los indecisos. Ha sido un año duro para Podemos, que comenzó a dar zancadas demasiado pronto en una carrera de fondo donde La Moncloa parece no llegar nunca. La irrupción de Ciudadanos ha trastocado muchas de las fichas que el partido de los círculos dispuso cuidadosamente en el centro izquierda español, un escenario caótico en el que ha habido fuego amigo antes siquiera de empezar la batalla.

Pero Pablo Iglesias ha llevado al máximo su maquinaria de partido. 388 medidas en uno de los primeros programas presentados, memoria económica y jurídica incluida; fichaje de caras relevantes de la judicatura, la enseñanza, el activismo y hasta el Ejército y la Guardia Civil; presencia en todos los debates televisados, ruedas de prensa, los “carteros del cambio”, llamamientos a la participación de las bases, una “entrevista de trabajo” para ser presidente. Todo ello insuficiente según las encuestas. Pero sin dejar cartuchos por quemar en este agónico asalto a los cielos.

A dos semanas de las elecciones, el 40% de los que afirman que irán a votar admiten no tener decidido su voto, según el CIS. La última encuesta preelectoral dibuja una remontada de los morados gracias al empuje de las candidaturas de confluencia en Cataluña y Valencia. Ada Colau y Mónica Oltra se revelan como fuertes activos del capital de Iglesias que, sin embargo, es uno de los líderes con peor valoración entre el resto de candidatos a presidir el país.

Nunca por debajo del actual presidente, Mariano Rajoy, airoso contra todo pronóstico y que se mantiene firme en las quinielas mientras observa el resbalón del PSOE. Ciudadanos sopla cada vez más cerca en la nuca de Pedro Sánchez, pero el encaje de circunscripciones aún otorga holgada distancia a los socialistas, con unos 89 escaños, frente a Rivera, con unos 65 asientos en el Congreso.

La participación de los emigrados deja ya como perdidos 1,7 millones de votos de los que Podemos podría recoger buena parte. Pero los estragos del voto rogado y de la ley electoral no perdonan: el escenario más optimista del último CIS deja a Podemos 49 escaños en el Congreso, contando con las candidaturas de confluencia en Cataluña, Valencia y Galicia.

Apostarlo todo en la recta final es la única opción, pero no ha sido fácil llegar hasta aquí sin perder buen parte de lo conseguido. Las luchas internas en el partido se cebaron con la credibilidad de Podemos en Andalucía, con una de las directivas regionales más críticas frente al ‘dedo’ de Madrid a la hora de configurar las listas. Los anuncios de fichajes como el exJemad Julio Rodríguez o de la exdiputada regional de IU Tania Sánchez, mucho anterior, se vivieron como demostración de fuerza y temblor de cimientos al mismo tiempo. Todo ello sin olvidar la intensa petición de confluencia por parte de Alberto Garzón, líder de IU, que no produjo más fruto que el desgaste.

Cansancio en las bases

La participación de los militantes de Podemos ha ido progresivamente a la baja desde las primeras consultas a las bases: cuando hubo que pronunciarse sobre la unión con Ahora en Común, el anterior proyecto capitaneado por Alberto Garzón, solo votaron el 11,7 de los inscritos en Podemos, y a principios de noviembre se sabía que solo un 4% de los militantes fueron activos en la confección participativa del programa electoral.

‘Pero menos da una piedra’, deben pensar los dirigentes de un partido que recuerdan que a la hora de participar, organizar encuentros, agitar las redes sociales y activar un en las bases, nadie les gana. Podemos se ha decantado en buena parte de 2015 por un trabajo más coral que el de PSOE y Ciudadanos, sus rivales más directos: ha reforzado la presencia de rostros como Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero,y otros nombres de su equipo más cercano, posiblemente para evitar un desgaste simbólico y físico del cabeza de lista por Madrid.

Pero esa etapa de tensa calma se acabó para Pablo Iglesias: el cabeza de cartel tiene por delante dos semanas para salir del rincón de la extrema izquierda al que le ha empujado Rivera y seducir a los 4 de cada 10 votantes que aún no saben qué tipo de ‘cambio’ quieren para España.

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