Muy seriamente me dijeron haberla “cagado” con César Alierta

Cuba

Muy seriamente me dijeron haberla “cagado” con César Alierta

Carlos ya está muerto. César acaba de fallecer. Ignoro la suerte de Pérez Pita, que ojalá viva para confirmar lo sucedido. Yo sigo pensando igual 26 años después.

Hotel Meliá Habana
Hotel Meliá en La Habana, Cuba
Madrid, 18 de octubre de 1997. Desde la recepción del cuartel general de Tabacalera le informan a César Alierta que don Carlos Humanes y quien suscribe se encontraban en el lugar. “En palacio” si la memoria no traiciona. De inmediato alguien baja para conducirnos al despacho donde estábamos invitados a una comida con él.. A César ya le conocía por sus visitas a La Habana, además de acompañarle una noche bastante movida e inolvidable en la discoteca del Meliá Cohiba, hotel que le hospedaba en Planta Real. Ahí estaba solo en alma reclinado a la barra bebiéndose un ron sin otro atuendo que un pantalón vaquero y un pulóver de marca, pero sencillo. Al verme, sugirió guardar la chaqueta porque la ocasión no lo meritaba. Quería, y lo logró, pasar como uno más en un sitio que entonces estaba inundado de españoles. Hablamos de todo lo humanamente posible, además de divertirnos con hermosas mujeres que, al parecer preocupadas por el tiempo, se acercaban a preguntarnos la hora. Un lector con dos dedos de frente podrá imaginarse que las chicas buscaban a sus futuros clientes por el acento. Esa tarde en Madrid, César nos recibió sin alegría fingida y mucho menos protocolar. Le acompañaba un amigo y también ejecutivo de Tabacalera, Leopoldo Pérez Pita. A la comida privada en su despacho irían dos personas más de su equipo de dirección. Antes de ocupar mesa, rodeados de pinturas originales de grandes clásicos españoles, Alierta pidió dirigirse al grupo y fijando sus ojos en mi persona dijo: -Hoy he recibido una terrible noticia. Un amigo cubano ha muerto. Y en su honor, quiero que este cubano presente presida la comida. El fallecido no era otro que Roberto Goizueta Cantera, cubano nacido en la occidental provincia de Pinar del Río, descendiente de vascos, presidente de la Junta Directiva y director general de The Coca-Cola Company. En ambiente muy distendido porque además conocía a Pérez Pita, un hombre con excelente sentido del humor, ocupé la cabeza de la mesa. Al llegar el tema de la aprobación o rechazo del vino, giré la cabeza hacia César, que estaba a mi derecha para sugerirle: -En Cuba, elijo el ron a beber. En España, sea usted quien decida por el vino. Animada la comida y mejor la sobremesa cuando de repente, creo recordar, cada cual estaba atrincherado detrás del licor que quisiese. Fue una charla con múltiples temas, donde tuve que narrar algunos pasajes que viví durante las guerras de Angola y Etiopía. Inesperadamente, César me pregunta cuál sería mi actitud o posición ante una eventual invasión gringa a Cuba. Recuerdo claramente que dijo si yo volvería a tomar un Kaláshnikov. El silencio fue sepulcral. Sentí y vi cómo todos fijaban la mirada en mi persona. Sin pensarlo dos veces le dije: -Volvería a tomarlo. A la mañana siguiente, desayunando con Carlos Humanes, le pedí su parecer del encuentro con César. Humanes fue también categórico: -Todo muy bien, pero la cagaste con lo del Kaláshnikov. Carlos ya está muerto. César acaba de fallecer. Ignoro la suerte de Pérez Pita, que ojalá viva para confirmar lo sucedido. Yo sigo pensando igual 26 años después.

Madrid, 18 de octubre de 1997. Desde la recepción del cuartel general de Tabacalera le informan a César Alierta que don Carlos Humanes y quien suscribe se encontraban en el lugar. “En palacio” si la memoria no traiciona. De inmediato alguien baja para conducirnos al despacho donde estábamos invitados a una comida con él.

A César ya le conocía por sus visitas a La Habana, además de acompañarle una noche bastante movida e inolvidable en la discoteca del Meliá Cohiba, hotel que le hospedaba en Planta Real. Ahí estaba solo en alma reclinado a la barra bebiéndose un ron sin otro atuendo que un pantalón vaquero y un pulóver de marca, pero sencillo. Al verme, sugirió guardar la chaqueta porque la ocasión no lo meritaba. Quería, y lo logró, pasar como uno más en un sitio que entonces estaba inundado de españoles.

Hablamos de todo lo humanamente posible, además de divertirnos con hermosas mujeres que, al parecer preocupadas por el tiempo, se acercaban a preguntarnos la hora. Un lector con dos dedos de frente podrá imaginarse que las chicas buscaban a sus futuros clientes por el acento.

Esa tarde en Madrid, César nos recibió sin alegría fingida y mucho menos protocolar. Le acompañaba un amigo y también ejecutivo de Tabacalera, Leopoldo Pérez Pita. A la comida privada en su despacho irían dos personas más de su equipo de dirección.

Antes de ocupar mesa, rodeados de pinturas originales de grandes clásicos españoles, Alierta pidió dirigirse al grupo y fijando sus ojos en mi persona dijo:

-Hoy he recibido una terrible noticia. Un amigo cubano ha muerto. Y en su honor, quiero que este cubano presente presida la comida.

El fallecido no era otro que Roberto Goizueta Cantera, cubano nacido en la occidental provincia de Pinar del Río, descendiente de vascos, presidente de la Junta Directiva y director general de The Coca-Cola Company.

En ambiente muy distendido porque además conocía a Pérez Pita, un hombre con excelente sentido del humor, ocupé la cabeza de la mesa. Al llegar el tema de la aprobación o rechazo del vino, giré la cabeza hacia César, que estaba a mi derecha para sugerirle:

-En Cuba, elijo el ron a beber. En España, sea usted quien decida por el vino.

Animada la comida y mejor la sobremesa cuando de repente, creo recordar, cada cual estaba atrincherado detrás del licor que quisiese. Fue una charla con múltiples temas, donde tuve que narrar algunos pasajes que viví durante las guerras de Angola y Etiopía. Inesperadamente, César me pregunta cuál sería mi actitud o posición ante una eventual invasión gringa a Cuba. Recuerdo claramente que dijo si yo volvería a tomar un Kaláshnikov.

El silencio fue sepulcral. Sentí y vi cómo todos fijaban la mirada en mi persona. Sin pensarlo dos veces le dije:

-Volvería a tomarlo.

A la mañana siguiente, desayunando con Carlos Humanes, le pedí su parecer del encuentro con César. Humanes fue también categórico:

-Todo muy bien, pero la cagaste con lo del Kaláshnikov.

Carlos ya está muerto. César acaba de fallecer. Ignoro la suerte de Pérez Pita, que ojalá viva para confirmar lo sucedido. Yo sigo pensando igual 26 años después.

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