Morán el gladiador

Cuba

Morán el gladiador

El moreno Morán es harina de otro costal. Día por día toma la calle para cuidar de cualquier auto.

Taxista Cuba
Muchos hombres en este mundo cuando sobrepasan las ocho décadas de vida, aún con fuerzas y mañas, dedican su tiempo a leer, viajar, hacer manualidades, cultivar flores, alterar la narrativa de añejos amores o simplemente reunirse con sus contemporáneos para contar las mismas historias de siempre.. El moreno Morán es harina de otro costal. Día por día toma la calle en un segmento de la 28, entre la 5ta. Avenida y la 7ma. en la barriada capitalina de Miramar donde abundan pequeños negocios privados dedicados a la reparación de celulares, para cuidar de cualquier auto que se estacione en el lugar y evitar que un hábil amigo de lo ajeno, que han aumentado como la espuma, quiera apropiarse de las escobillas, retrovisores y hasta del propio vehículo. “Viejo que se achante es hombre muerto en la carretera. La cosa está muy difícil para no dejar de trabajar”, sostiene reclinado a un Ford de 1939, fecha en que ambos vinieron al mundo. Uno a rodar por las calles habaneras: el otro a caminarlas. ¿Y quién de los dos está mejor?, le pregunto y sonríe con su dentadura original. “No sé él. Se mueve todavía. Mírelo ahí, altanero. Yo no puedo dejarme caer también”. En la Cuba de hoy no hay pocos Morán. Se les aprecia en múltiples faenas a desempeñar por  jóvenes negados a ello porque en sus cabezas reinan otras ideas viajeras o más cómodas para ganarse la vida. ¿Puede una historia enaltecer y apenar al mismo tiempo? Morán es el ejemplo perfecto, un gladiador que no requiere mandarlo a hacer.

Muchos hombres en este mundo cuando sobrepasan las ocho décadas de vida, aún con fuerzas y mañas, dedican su tiempo a leer, viajar, hacer manualidades, cultivar flores, alterar la narrativa de añejos amores o simplemente reunirse con sus contemporáneos para contar las mismas historias de siempre.

El moreno Morán es harina de otro costal. Día por día toma la calle en un segmento de la 28, entre la 5ta. Avenida y la 7ma. en la barriada capitalina de Miramar donde abundan pequeños negocios privados dedicados a la reparación de celulares, para cuidar de cualquier auto que se estacione en el lugar y evitar que un hábil amigo de lo ajeno, que han aumentado como la espuma, quiera apropiarse de las escobillas, retrovisores y hasta del propio vehículo.

“Viejo que se achante es hombre muerto en la carretera. La cosa está muy difícil para no dejar de trabajar”, sostiene reclinado a un Ford de 1939, fecha en que ambos vinieron al mundo. Uno a rodar por las calles habaneras: el otro a caminarlas.

¿Y quién de los dos está mejor?, le pregunto y sonríe con su dentadura original. “No sé él. Se mueve todavía. Mírelo ahí, altanero. Yo no puedo dejarme caer también”.

En la Cuba de hoy no hay pocos Morán. Se les aprecia en múltiples faenas a desempeñar por  jóvenes negados a ello porque en sus cabezas reinan otras ideas viajeras o más cómodas para ganarse la vida.

¿Puede una historia enaltecer y apenar al mismo tiempo? Morán es el ejemplo perfecto, un gladiador que no requiere mandarlo a hacer.

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