El miedo de los emprendedores a perder el control frena la salida a Bolsa de startups

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El miedo de los emprendedores a perder el control frena la salida a Bolsa de startups

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En los procesos de venta a terceros, las firmas compradoras de ‘startups’ españolas son “mayoritariamente extranjeras”. Las ‘startups’ españolas se estrenan en Bolsa con mucha menos frecuencia que sus comparables europeas y estadounidenses. Una situación que a pesar de la existencia de plataformas especializadas como el MAB tiene su origen en el miedo de los emprendedores a perder el control sobre su proyecto.
 
El hecho de dar entrada en el capital de estas compañías a inversores más allá de los socios iniciales de sus fundadores supone el principal freno para salir a cotizar, según un reciente estudio elaborado por la firma jurídica Ad&Law. Así se explica que el número de estrenos de ‘startups’ tanto en el Mercado Continuo como en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) sea muy inferior al de otras economías del entorno europeo.
 
Desde el despacho jurídico se calcula que este freno a la entrada de nuevos partícipes en los proyectos de innovación resulta en que solo el 1% de las sociedades de emprendimiento de nuestro país tienen previstos mecanismos para la captación de nuevas inversiones por venta de acciones. Un porcentaje ínfimo si se considera que unas 3.000 compañías españolas entran en esta categoría que queda más en evidencia si se tiene en cuenta que solo un 20% de ellas recibe financiación externa.
 
La salida a Bolsa supone, según el despacho especializado en asesoría legal a ‘startups’, “una decisión estratégica con la que pueden lograr importantes beneficios económicos vendiendo acciones”. Sin embargo, no es solo el temor a la pérdida de peso decisorio lo que frena estos estrenos, sino que también en el parqué madrileño “se exigen muchos requisitos económicos” en comparación con otras plazas bursátiles. Así, señalan que es necesario que la compañía tenga un capital mínimo de 1.202.025 euros, sin tener en cuenta la parte de capital correspondiente a accionistas, y que cuente con beneficios al cierre del balance en los dos últimos ejercicios o en tres no consecutivos en un periodo inferior a cinco años.
 
En cualquier caso, otro factor a considerar, según los asesores del despacho, es que con frecuencia con la venta a un tercero el emprendedor hace caja y puede desvincularse del proyecto o adquirir un menor protagonismo. Sin embargo, en la colocación de las ‘startups’ en los mercados de valores “suele obligarse al emprendedor a seguir vinculado al proyecto y a no vender un determinado porcentaje de sus acciones durante un tiempo determinado para dar más seguridad a la iniciativa”.
 
Por lo que se refiere a la venta a terceros, Ad&Law ha comprobado que la mayoría de estas operaciones en el mercado español cuentan con firmas “mayoritariamente extranjeras” como compradoras. En estos casos, el proceso es mucho más sencillo además de no comprometer a la compañía a cumplir estándares de información pública periódica ni de adecuación a criterios de gobierno corporativo, pues el due diligence previo al cierre de la operación es suficiente para determinar todos los extremos de la misma.

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