En los malos tiempos no se puede prescindir de los ‘buenos’ profesionales. Por eso nadie en el PP entiende ahora que alguien nombrara a Federico Trillo embajador en Londres.
Trillo, ese abogado que solucionó el caso Naseiro y consiguió, mientras estaba trabajando en ello que el impacto del caso Gürtel no provocara a su partido avería electoral alguna, ni en Madrid, ni en Valencia, ni en las elecciones generales posteriores en las que un triunfal Mariano Rajoy consiguió cumplir su sueño de convertirse en inquilino del Palacio de la Moncloa.
Ese ‘crack’ de lo suyo que , cómo se cuenta en algunos ambientes donde se reúnen militantes y simpatizantes del Partido Popular, cobraba por su trabajo, y así consta en los famosos papeles de Bárcenas. Pero bien que se mereció cada euro. Y si alguien lo dudaba basta ver lo sucedido.
El asesor jurídico del PP había dejado el archivado y bien archivado. Y a Garzón fuera de la judicatura, a Camps alejado de la política pero absuelto por el jurado popular y a López Viejo, un Sepúlveda y un ‘albondiguillda’ desaparecidos de las portadas. Así venían de tranquilas las aguas y se revolvieron. A toda velocidad. Vamos, que fue desaparecer Trillo entre la niebla londinense y empezar el lío.
Por eso en las mesas y manteles donde se agrupan las más viperinas y malintencionadas lenguas del entorno del PP se repite hasta la saciedad la misma pregunta…¿Quién fue el chico listo que envío a Trillo a su dorado exilio londinense? Que salude porque se ha cubierto de gloria.
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