Popularmente, la advertencia corre veloz, de boca en boca, al advertir con la mejor fe del mundo, que te cuides mucho para evitar un ingreso hospitalario.
Y no nos confundamos al pensar que las autoridades le están dando preferencia a un pastor alemán y no a un anciano necesitado de una operación de próstata que prácticamente debe conseguir por su cuenta todo lo necesario para la intervención quirúrgica incluyendo el material para las curas posteriores.
No señor, que no es así.
Harto conocidas las dificultades que enfrenta ahora mismo la salud pública cubana. Desde la ausencia de divisas fuertes para acudir al mercado internacional, la falta de especialistas que han emigrado o abandonado la profesión para acudir a otros empleos mejor remunerados y la criminal política de la Casa Blanca que impide hasta la adquisición de medicamentos para combatir el cáncer infantil.
Tres elementos anteriores a los que se les pueden agregar otros tantos más para nada insignificantes.
Entonces, ahí tenemos, como escenario surrealista que es real de punta a rabo, que uno acude a una clínica veterinaria, privada por demás, y no falta nada de nada, que si tal análisis de laboratorio, un electrocardiograma, rayos X, ultrasonido, anestesia, suturas, sueros… Lo que sea, todo al momento cuando al final, luego de pasar por caja, es el humano quien debe ser atendido de urgencia por un infarto de corazón proveniente del susto a la billetera.