Mabel Lozano, directora, guionista y productora de cine social

Entrevista

Mabel Lozano, directora, guionista y productora de cine social

Mabel Lozano presenta su libro "El Proxeneta", relato en primera persona de uno de los verdugos de un delito trasnacional que ya supera las dimensiones del narcotráfico.

Mabel Lozano

“Los puticlubs de proxenetas condenados siguen abiertos, explotando y violando a las mujeres”

“Yo llevaba doce años escuchando a cientos de mujeres hablar de cómo las violaban, las vejaban, las extorsionaban. E iba a conocer a un esclavista”. En eso estaba Mabel Lozano media hora antes de reunirse con “el malo” de la película negra que es la trata, un delito trasnacional que mueve más de cinco millones de euros al día en España y 32.000 millones al año en todo el mundo.

Ese “malo” reconvertido en confesor de la policía es “el Músico”, un condenado real por proxenetismo coactivo, capo de la explotación sexual en España en la época en que el negocio clásico del “macarra” se transformó en una red delictiva internacional basada en captar a mujeres pobres o con cargas familiares y convertirlas en esclavas.

La ganancia era incalculable: “Lo suyo era sacarle al producto todo el jugo hasta dejarlo seco. De una botella de whisky salen solo diez cubalibres; pero a cada una de estas esclavas sexuales se les podía sacar, al menos, tres años de explotación. Y eso significaba cientos de servicios sexuales”, confiesa el protagonista del primer libro de la documentalista, que lleva una década tras la cámara dando luz a cortos y documentales sobre la explotación sexual y que ahora enfoca el problema desde la voz de «un hombre de dentro».

Proxenetas dueños de las vidas de cientos de mujeres que contraen una deuda al ser captadas en Brasil, Colombia, Paraguay. Engañadas, nunca acaban de saldar su deuda porque el plan no contempla que sean libres. «Fui tratante de mujeres durante más de 20 años. Las compré y vendí como si fueran ganado, para explotarlas salvajemente en nuestros clubes, sin compasión. Y pude hacerlo porque, durante muchos años, no supuso ningún problema para mi conciencia«.

Así acabó Miguel, nombre ficticio del proxeneta real, explotando a Lucía, que salvó la vida de milagro tras cortarse las venas para acabar en un psiquiátrico después de ser esclava sexual casi tres años y dejar en manos de su dueño 175.000 euros más todos los gastos de su mantenimiento, que se sumaban a la deuda eterna. O a Catalina, una menor rumana vendida por su novio a la mafia del mismo país que la había «atado, pegado, violado en grupo, quemado con cigarrillos» antes de ser entregada al club del proxeneta español y que tuvo la fortuna de salir del agujero asistida por una ONG en un insólito golpe de ‘suerte’ en una vida de desgracias.

Hablamos con Mabel poco antes de la presentación de su libro en Madrid y nos recibe con la energía de quien tiene entre manos algo realmente valioso que contar, pero sobre todo una causa verdaderamente dramática que ya no puede dejar de defender.

¿Cuántos “Músicos” siguen hoy en activo, cómo trabajan y con qué impunidad?

Lo peor, lo más cruel de este libro, es que los puticlubs, los burdeles que en su día el Músico abrió con sus socios, hoy siguen abiertos. No estamos hablando de algo que ocurrió en 1980 o en el 2000. El 22 de noviembre de 2017, esos mismos burdeles, con los mismos nombres y lugares siguen abiertos. Y siguen explotando, tratando, vejando, violando a las mujeres. Eso es lo lamentable.

¿Deberían ilegalizarse los prostíbulos?

Cuando las mujeres hablamos de la no legalización de la prostitución siempre se nos pone en duda, se nos tacha de abolicionistas, éstas son unas feministas que…, etc. Legalizar o regularizar la prostitución es una involución en Derechos Humanos, es perpetuar los roles de esclavitud de las mujeres. ¿Por qué no pensamos en cómo hacemos políticas sociales para que nadie tenga que decidir eso?

Y que las que lo decidan, que son un porcentaje minoritario, porque sean mayores de edad o porque no tengan proxenetas en su vida, pueden darse de alta en la Seguridad Social. Lo que no puedes es legalizar algo que perpetúa la esclavitud del ser humano, porque es una involución.

¿Si mañana se pudiera aprobar una ley en el Congreso para erradicar la trata, cuál elegirías?

La nórdica. Es una ley maravillosa. Es la mejor porque no es punitiva con las mujeres: las leyes nunca pueden ser punitivas con las mujeres, que son las más vulnerables, como ha pasado aquí con la ‘ley mordaza’. Siempre tiene que ser a favor de las mujeres, siempre, siempre.

La ley nórdica ha erradicado la trata -aunque no del todo porque sigue siendo un mercado, un comercio ilícito multimillonario-, pero si comparas la cantidad de mujeres víctimas de trata en los países nórdicos o las que hay en Holanda, Alemania o Bélgica donde la prostitución es legal, hay una diferencia abismal.

Lo que está claro es que siempre nos quedamos en el discurso simplista: ¿Cómo regularizamos ese porcentaje minoritario y luego erradicamos? Bueno, vamos a ver primero cómo erradicamos un delito, porque la trata no es un problema, es un delito gravísimo que perpetúa la esclavitud de las mujeres.

Y después veamos, porque si una mujer es libre…, porque en muchos casos esa libertad viene condicionada por la precariedad, por la necesidad. Pero vamos a suponer que alguien es libre y quiere ejercer. Pues se puede dar de alta en un epígrafe como masajista o como modelo. Lo que no podemos, en ningún caso, es condenar a millones de mujeres.

¿Qué intereses, económicos, políticos, hay detrás de la trata, que ha logrado comprar a todo un sistema?

Siempre nos quedamos en el tanga y en el tacón, y hay que entender la trata como fenómeno delictivo en toda su dimensión, que es enorme, porque es un fenómeno delictivo transnacional que va por delante ya del narcotráfico. Creo que hay muchísimas complicidades porque también es un negocio multimillonario, y el dinero lava muchas conciencias.

¿Tienes esperanza en que el avance del debate feminista pueda influir también en que nos fijemos en la trata?

La trata y la prostitución van de la mano, llevo años escuchándolo nombrar por separado. ¿Y dónde están las víctimas de trata con fines de explotación sexual? Obviamente en la prostitución. A unas se las explota, a otras se las exprime, unas están en cautividad, otras pueden salir. Pero son víctimas igualmente. No hay ahora mismo en España una diferencia entre trata y prostitución.

Hay que tener unas leyes mucho más duras, tenemos una legislación laxa, el proxenetismo consentido no está tipificado, y no hay una ley integral contra la trata: estamos en el segundo plan (subraya) contra la trata, y necesitamos leyes contra la trata.

¿Cómo puede existir esclavitud sexual en España mientras un informe del Departamento de Estado de EEUU nos sitúa como un país de primer nivel porque «el Gobierno cumple plenamente con los estándares mínimos para la eliminación de la trata»?

Porque los números y los estándares y lo que oímos y lo que vemos siempre es la punta del iceberg. Siempre está basado en mujeres que salen y denuncian, pero todo lo demás… ¿Estamos haciendo un buen trabajo? Sí, creo que los cuerpos de seguridad del Estado están muy bien formados y se está haciendo un buen trabajo. Pero necesitamos más leyes, más recursos, hacer un trabajo transversal con los países de origen.

Vuelven a venir captadas las mujeres colombianas cuyas madres captaron hace 20 años. Se está captando a otra generación entera. Ni Colombia ha aprendido ni tampoco España, porque existe ese libre tránsito entre un país y otro para este delito. Hay que hacer un trabajo transversal porque, insisto, esto es un delito trasnacional, y como tal debe ser tratado.

Y aunque estemos trabajando, vamos muy, muy por detrás de los proxenetas, que van tres pasos por delante. Y no estamos educando a nuestros jóvenes. Cada vez, a más temprana edad, se acercan al sexo de pago. Si los burdeles ahora los fines de semana están llenos de chavales de 18 y 19 años, o estamos haciendo algo mal o no estamos haciendo nada.

Tú haces mucho hincapié en la educación.

Durante muchos años, yo incluida, hemos hablado de trata de una manera muy endogámica, nosotras para nosotras, para la gente que ya estaba comprometida y sensibilizada. Y no hemos llegado a los jóvenes. Ellos sí: los proxenetas llevan 25 años agasajando a esos jóvenes. Haciendo fiestas los fines de semana, poniendo las copas más baratas e incluso rifando un polvo a elegir chica. Nos llevan mucha ventaja.

En los hogares en España no se habla de sexualidad, con lo cual los chavales crecen con los mismos clichés de que “la que es puta es puta porque quiere y encima ganan mucho dinero y se lo pasan fenomenal porque les gusta el sexo”. Y no quieren saber otra cosa, pero tampoco se la estamos contando, porque no estamos llegando a ellos. Es importantísima la educación de menores en entornos familiares y en los centros educativos.

Porque mucha gente piensa: ¿A mí qué me importa la trata y la prostitución? Ya, pero es que es una forma de desigualdad, una perversa forma de violencia hacia las mujeres, y ¿eso es lo que queremos para las mujeres en el mundo? ¿Tú elegirías ser prostituta?

No.

Pues evidentemente, por qué lo van a elegir otras mujeres. ¿Por qué para otras sí? Claro, para otras es bueno. ¿Porque son pobres, porque son humildes, porque no tienen herramientas? Entonces hay que llegar a los jóvenes y que sientan empatía con los seres humanos. Al final, si no te importa esa mujer, no te importa un mendigo, no te importa nada, y tenemos que hacer que las nuevas generaciones sientan empatía por las personas.

¿Y también la generación previa, no? Porque a ti misma te ha costado mucho desmontar ese cliché de que «hacen eso porque quieren» o de que es un problema marginal.

Por eso es muy importante su voz (la del proxeneta). Porque es la voz de un hombre de dentro, no presunto, condenado por prostitución coactiva y trata de seres humanos. Es un hombre de dentro que dice: esto es infame. En una chabola, cuando se sabe que se está vendiendo droga al día siguiente entra una palera y la tira abajo. Y los clubes, cuando sacan mujeres víctimas de trata, cuando las rescatan, ahí siguen. ¿Qué pasa? ¿Que si no están molestarían al paisaje? Claro, cómo no van a estar los clubes, qué putada para el paisaje de las carreteras españolas.

Y esta voz es real, no es una novela, aunque es la historia del que yo he elegido, porque he elegido contar lo que son ellos: delincuentes, mafia, crimen organizado.

¿Habría también que hablar de los clientes?

Están en el libro, hay un capítulo entero dedicado a ellos porque los propios proxenetas por un lado los agasajan y los miman, y por otro lado los desprecian, porque saben que son cómplices, les desprecian absolutamente.

Irina supuso un punto de inflexión para ti, ¿ha sido otro Miguel, el proxeneta?

Yo creo que fue mucho más Irina, porque fue el primer contacto con la trata, real y brutal, y con los ojos de una mujer. Eso sí que marcó un punto. El Músico viene después de doce años. Y aporta una voz nueva, distinta, la voz del verdugo, del amo. Y si este libro lo hubiera hecho otra persona a lo mejor habría sido mejor literariamente hablando. Pero a lo mejor no habría podido ser nunca este libro, porque para llegar hasta aquí tienes que entender la dimensión de la trata, y yo llevaba doce años.

¿Se puede atajar la trata sin mejorar sus condicionantes, como la pobreza, el machismo, la desigualdad?

Claro, es que esa es la consecuencia. La brecha social, la desigualdad, la pobreza. Hay que hacer políticas sociales en los países de origen pero también aquí, porque ¿cómo salen esas mujeres de ese círculo? Necesitamos ofrecerles alternativas, no las tienen.

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