Los niños de la revolución cubana
Desde el Malecón

Los niños de la revolución cubana

Memoria y desencanto de una generación que creció entre himnos, consignas y el peso del tiempo.

Fidel Castro

Aquellos niños de la revolución cubana, formados entre la épica y la obediencia, fueron testigos y protagonistas de un sueño que envejeció con ellos. Hoy, desde la distancia del tiempo, miran atrás con una mezcla de ironía, dolor y dignidad, conscientes de que la nostalgia también puede ser una forma de resistencia.

Aquellos nacidos en la década de los 50s del siglo pasado, que vimos descender de las montañas a los rebeldes en camino triunfante hacia los llanos, que les pedíamos una bala como recuerdo y poco tiempo después nos cagábamos de miedo cuando en la familia se hablaba de evitar que nos mandaran a Rusia para convertirnos en carne enlatada, hoy somos viejos inconformes, protestones y caprichosos.

Hay generaciones marcadas no por lo que ganaron, sino por lo que les prometieron y nunca llegó

Otra cosa no se podía esperar. Según la milenaria cultura oriental, cuando un hombre comienza hablar de su pasado, aparece el primer signo de vejez mucho antes que una artritis, visión borrosa o pérdida de masa muscular.

De Boy Scouts a fundar la Unión de Pioneros de Cuba o la Asociación de Jóvenes Rebeldes, de abandonar las misas dominicales para ir con nuestros padres a mítines en teatros que terminaban todos de pie, uniformados de milicianos, con manos unidas en alto cantando la Internacional, comienzan los recuerdos de una larga historia para los que nunca abandonamos el país, fueran los que fueran los motivos.

Una película, como confiesa un amigo, que hemos visto en su totalidad sin perder un minuto, soportando que quienes no vivieron esos momentos pretendan ahora contarnos con sobredosis de almíbar el tiempo que tuvimos el privilegio de vivir.

Si hay un país donde no se veneran y respetan a los viejos ese se llama Cuba, a pesar de esos rimbombantes discursos desde una tribuna. No pocos de esos niños, con el tiempo, tuvieron en lejanas tierras mayor permanencia sobre las armas, jugándose la vida, que muchos que tuvieron también el coraje de “alzarse” en la Sierra Maestra o combatir en las ciudades.

La revolución envejeció antes que sus hijos, pero ellos nunca dejaron de creer que podían reformarla desde dentro

Por todo ello, y mucho más que no será necesario apuntar, venero desde mi humilde posición a esos que ya ni pueden levantarse de la cama para caminar cien metros, y que llegado el momento le mientan la madre a cualquier burócrata que tal parece ser pagado por el imperio para amargarnos el poco tiempo que nos queda de vida.

Años aquellos que fueron muy musicales, de fervor revolucionario llevado a maracas, tumbadoras y trompetas, que “si Fidel es comunista, que me anoten en la lista”. Es que hasta la orquesta Aragón entonaba el comercial de “Cuba ya tiene cuchillas de afeitar…” y “Pa’lante y pa’lante, como rezaba otra, y al que no le guste que tome purgante”.

Inconformes, protestones y caprichosos que somos estos viejos de ahora sin faltarnos una gota de razón.

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