Los cubanos hemos aprendido a tratar con cientos de pesos como en el Monopoly

Desde el malecón

Los cubanos hemos aprendido a tratar con cientos de pesos como en el Monopoly

Al fallecido Cuc (Cuba Convertible) ya casi nadie lo recuerda. Tal vez con algo de tristeza y salpicaduras de añoranza.

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Pesos convertibles

Y no solo eso, sino que nos hemos olvidado de la existencia del centavo y otras calderillas tan importantes en su tiempo que hasta se ganaron una frase ahora mismo en total extinción: la edad de la peseta.

Y hay que reconocer que la transición a cifras mayores ha sido rápida y efectiva, sin descontar ese golpe inicial, que estremecía de pies a cabeza, cuando alguien como un carpintero te soplaba en plena cara que “son 300 pesos” el arreglito de la ventana.

Al fallecido Cuc (Cuba Convertible) ya casi nadie lo recuerda. Tal vez con algo de tristeza y salpicaduras de añoranza. Una mejor explicación del fenómeno, a falta de algún psicólogo con los pies sobre la tierra que pueda comentarlo, nos la puedan dar honestos testimonios de jóvenes viudos o viudas, que la vida tendrá que seguir su agitado curso. Parafraseando en versión libre: el muerto al hoyo y el vivo a la cola del pollo.

Como hacíamos los más viejos cuando de niños jugábamos al Monopoly o Capitolio en su versión cubana, los billetes que más se mueven son los de 50, 100 y 200. Nuevos de paquete casi todos, mientras que los de menor denominación parecen boxeadores en el último “round” porque son guerreros de otros tiempos. Salir hoy a la calle con 100 pesos es como ir a una guerra con un cortaúñas. En cambio, con uno de mil, ya estamos en otras categorías.

Y para no alejarnos de aquel entretenido y largo juego de mesa, tenemos a los que a medio camino no la pasan del todo bien. Están esperando un golpe de suerte legal en un nuevo aumento salarial, de pensión o remesa desde Europa o EEUU en tarjeta de buena suerte. Un amigo me lo confesó al oído: “Acabo de vender dos frascos vacíos de perfumes de marca.” ¿Quién los compra y para qué? No es muy difícil de averiguar. Coleccionista no es el comprador.

Salvando las necesarias distancias y haciendo gala de alguna imaginación, tenemos con este antiguo pasatiempo del Capitolio, a gentes en la cárcel, otros imposibilitados de pagar por caer en manos del Acueducto o la compañía de Electricidad, los que deben al banco o al fisco, los que adelantan y los que se retrasan, los que venden o compran.  A fin de cuentas, los que tienen y los que no tienen.

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