Lenin, el casi olvidado líder soviético, escribió un interesante artículo detallando las causas del fracaso de los valientes comuneros, esos que “tomaron el cielo por asalto”.
Y contaba que el enemigo se encontraba a las puertas de Versalles, a poco menos de 18 km del centro parisino, mientras ellos se aferraban en serias y profundas discusiones, entre otros disparates estratégicos, si los panaderos de la nueva época debían trabajar de día o de noche y durante cuántas horas.
Ese, precisamente, será el gran reto del partido comunista de Cuba. Emplear los dos días del evento (4 y 5 de julio) en darle el pecho a la actual y crítica situación en la isla, no recurriendo a frases ya carentes de eficacia, no culpando en exceso justificativo al imperio y tomando audaces decisiones que erradiquen conceptos obsoletos que no han conducido a ningún positivo resultado.
Numerosos problemas que repercuten en el día a día serán analizados en la cita. Ahora estará por ver cómo se solucionan de la mejor manera posible.
Aunque les desagrade un tanto a algunos de sus organizadores y responsables, habrá que mirar así sea de soslayo cómo los comunistas chinos y vietnamitas fueron los que encabezaron las reformas básicamente económicas.
He aquí, a mi modesto juicio el problema esencial de la Cuba de hoy: la economía que, a falta de ser dada de alta de su terapia intensiva, está mutando en graves repercusiones políticas y sociales.
¿Acaso, según la Constitución de la República, no nos dice el partido es la fuerza rectora de la sociedad?
Si en París, los enemigos estaban en las proximidades de la ciudad; en La Habana los tenemos en poderosos fortines burocráticos e ideológicos ausentes de procedimientos e ideas renovadoras.