Lo peor del Dengue

Desde el malecón

Lo peor del Dengue

Lo peor del Dengue no aparece en el cuadro clínico de la peligrosa enfermedad: la soledad del paciente.

Mosquito del dengue

Mosquito del dengue

Sin darle muchas vueltas al tema, haciendo efectiva esa recomendación de uno de los padres del llamado Nuevo Periodismo en EEUU (Tom Wolfe si la memoria no traiciona) cuando les explicaba a sus alumnos que si querían escribir sobre los osos debían acercarse a uno de ellos, van estas líneas cargadas de Dengue, con un malestar generalizado equivalente a una inutilidad tal que hasta pedir un vaso de agua requiere de un esfuerzo extra.

Lo peor del Dengue no aparece en el cuadro clínico de la peligrosa enfermedad: la soledad del paciente.

Y si encima de ello, agregamos que también tu compañera de vida recién está saliendo de ella con par de secuelas, entonces tenemos lo más parecido a un combate cuerpo a cuerpo contra un virus que debe enfrentarse con mucho reposo y agua como la destinada a un sediento rescatado en el desierto.

Ignoro cómo será en otros sitios de la isla. Día por día la visita del médico en casa. En el mi policlínico Ana Betancourt, en Playa, la atención ha sido de excelencia de todo el personal médico y paramédico involucrado. Una vez más, ese activo del cubano, que es el carácter, ajeno por completo a creencias religiosas o políticas. Tal vez exagere, pero el médico cubano es un el único o de los pocos en el mundo que le pone su mano en el hombro al paciente y con par de palmaditas le dice “tranquilo, que vamos adelante”.

El viso dramático aparece cuando no hay un hijo, un sobrino, un primo, alguien que te preste el auxilio necesario porque todos radican fuera de la isla. Entonces, la gran realidad de que el familiar más cercano resulta el vecino de los altos o los bajos. Con él, la gelatina, el algodón, el alcohol, el termómetro, las sales de rehidratación oral, el jugo de frutas, la sopa inexplicable de patas de gallina y hasta el grandísimo favor de sacar el perro a mear.

Gracias mil a todos los amigos reales y virtuales que me acompañan con sus consejos y buenos augurios. Bendiciones como para guardar en un gran almacén. Algo que no voy a olvidar. Entre otras cosas porque he pedido una relación de ellos sin espíritu revanchista para con otros, sino por los rigores y caprichos de la edad donde casi todo hay que anotarlo. Venga el mal momento y verá dónde están los amigos.

De peores he salido. Esto del Dengue es como jugar a la ruleta rusa o enfrentarse a medio metro de distancia al oso de Wolfe. Ya hay, desgraciadamente, muchos perdedores. Tal vez más de la cuenta.

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