Bruselas se abre a un acuerdo menos exigente en Ginebra con tal de evitar un fracaso diplomático que comprometa el tratado internacional sobre plásticos previsto para finales de 2024. Aunque la UE ha liderado propuestas para limitar la producción y fomentar una economía circular, los desacuerdos con los países productores de petróleo han paralizado las conversaciones.
El pulso con los países petroleros bloquea el acuerdo
Durante la última ronda de negociaciones, países como Arabia Saudí, Irán, Kuwait y Rusia tumbaron cualquier intento de establecer límites a la producción de plásticos. Lo hicieron con el respaldo de un número récord de grupos de presión vinculados a la industria química y los combustibles fósiles, que asistieron a las conversaciones bajo el paraguas de Naciones Unidas.
En ese contexto, la falta de consenso obligó a suspender las discusiones, lo que ha empujado a Bruselas a suavizar su planteamiento. La Comisión Europea confirmó que necesitará «cierto grado de flexibilidad» para alcanzar un pacto, aunque mantiene que sigue comprometida con una alta ambición climática.
La UE quiere evitar un fracaso total del tratado global, aunque para ello deba renunciar a parte de sus exigencias iniciales
El Ejecutivo europeo insiste en que sus objetivos siguen siendo abordar el consumo insostenible de plásticos y avanzar hacia la eliminación progresiva de productos con mayor riesgo ambiental o sanitario.
El principio de “quien contamina paga”, en peligro
Uno de los puntos clave es la adopción del principio de «quien contamina paga», que forma parte de la Declaración de Niza impulsada por la UE y firmada por casi 100 países. Este texto aboga por un objetivo global de reducción de producción de plásticos y por regular las sustancias químicas más dañinas.
Sin embargo, los países productores de petróleo se han opuesto frontalmente a estos compromisos, y la propia Comisión admite que fijar una cifra concreta de reducción en esta fase «no será posible».
Bruselas busca un acuerdo equilibrado, aunque eso implique aplazar objetivos vinculantes como el límite de producción
El giro de la UE no gusta a todos. Algunos Estados miembros, como Francia, mantienen una posición más firme. Un diplomático francés declaró que “la Comisión y otros países quieren adoptar una postura más conciliadora”, lo que ha generado fricciones internas dentro del bloque.
La presión de las ONG y la urgencia ecológica
Organizaciones ecologistas y fundaciones como la Ellen MacArthur Foundation han advertido del riesgo de un tratado descafeinado. Consideran esencial que se introduzcan elementos vinculantes en el diseño de productos, para garantizar su reutilización y reciclaje a lo largo de todo su ciclo de vida.
Las ONG reclaman un tratado fuerte que impulse una economía circular y limite de forma real la producción
Para estos actores, el actual momento no permite rebajas: urge frenar una contaminación que ya amenaza océanos, fauna y salud humana. Y la ventana de oportunidad podría cerrarse si no se alcanza un acuerdo ambicioso en Ginebra antes de que acabe el año.