En un contexto económico marcado por la incertidumbre y los retos globales, emerge con fuerza un modelo empresarial que desafía la concepción tradicional del éxito corporativo: las empresas con propósito social. Estas organizaciones están demostrando que la rentabilidad y el impacto positivo en la sociedad no solo son compatibles, sino que pueden reforzarse mutuamente, creando un nuevo paradigma económico que gana terreno también en España.
Durante décadas, el éxito empresarial se ha medido casi exclusivamente por indicadores financieros: beneficio neto, retorno para el accionista o crecimiento interanual. Sin embargo, un número creciente de compañías está incorporando nuevas métricas que evalúan su contribución al bienestar social, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo de las comunidades donde operan.
«Estamos presenciando un cambio de paradigma en la concepción del propósito empresarial«, explica Elena Martínez, directora del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa. «Las empresas más visionarias entienden que su licencia para operar depende cada vez más de su capacidad para generar valor compartido, no solo para sus accionistas, sino para todos sus grupos de interés». Este enfoque, lejos de ser una moda pasajera, responde a profundas transformaciones sociales. Según el último informe de la Biblioteca del Pacto Mundial ONU España, el 78% de los consumidores españoles prefiere marcas con valores sociales claros, mientras que el 64% de los inversores institucionales ya incorpora criterios ESG – siglas en inglés – (ambientales, sociales y de gobernanza) en sus decisiones de inversión.
Redistribución social: cuando el beneficio vuelve a la comunidad
Uno de los modelos más interesantes dentro de esta nueva economía del propósito es el de las empresas que han integrado la redistribución social en su ADN corporativo. Estas organizaciones destinan una parte significativa de sus beneficios a proyectos sociales, culturales o medioambientales, creando un círculo virtuoso que beneficia tanto a la empresa como a la sociedad.
Un ejemplo representativo es el de PAF, operador de juegos con sede en las Islas Åland, cuya misión fundacional va más allá del negocio: generar fondos para beneficio de la sociedad. Desde su página oficial explican cómo han destinado más de 447 millones de euros a proyectos comunitarios desde su fundación en 1966, demostrando un compromiso a largo plazo con el bienestar social. La filosofía que impulsa a esta empresa de entretenimiento digital se basa en una premisa clara: el éxito económico sólo tiene sentido si se traduce en beneficios concretos para la sociedad. Cada año, parte de los ingresos generados por su actividad en el sector del juego online se destinan a financiar cientos de proyectos que mejoran la vida cotidiana de las personas, desde iniciativas deportivas hasta programas culturales, educativos y medioambientales.
Este enfoque de redistribución social se complementa con un modelo de juego responsable que ha sido ampliamente reconocido. Como destaca esta reseña especializada sobre sostenibilidad en el sector del juego, algunas operadoras han empezado a redistribuir sus beneficios en iniciativas sociales y culturales, estableciendo además límites éticos como topes máximos de pérdidas para sus usuarios, medidas que van más allá de lo exigido por las regulaciones.
Empresas nacionales que lideran el cambio
España no es ajena a esta tendencia global. Compañías como Inditex, a través de su programa «for&from», que emplea a personas con discapacidad en tiendas especiales, o Triodos Bank, con su modelo de banca ética que financia exclusivamente proyectos con impacto social positivo, están demostrando que es posible combinar éxito empresarial y compromiso social. Otro ejemplo destacable es el de La Fageda, cooperativa catalana que emplea a personas con discapacidad intelectual y que ha conseguido posicionarse como una marca de yogures premium, compitiendo de igual a igual con multinacionales del sector. Su modelo demuestra que la inclusión social puede ser también una ventaja competitiva.
«Las empresas españolas están entendiendo que la sostenibilidad y el propósito social no son costes adicionales, sino inversiones estratégicas que generan valor a largo plazo», señala Carlos Sánchez, profesor de Economía Social en la Universidad Complutense de Madrid. «Aquellas que lo integran en su modelo de negocio están mejor preparadas para afrontar los retos del futuro».
La pregunta que muchos se hacen es si este modelo de empresa con propósito social es económicamente sostenible a largo plazo. Los datos parecen indicar que sí. Según un estudio de Harvard Business Review, las empresas con un propósito social claro superaron en rentabilidad a sus competidores en un 42% durante el período 2013-2023.
Esta correlación positiva entre propósito y rentabilidad se explica por diversos factores: mayor compromiso de los empleados, mejor reputación corporativa, mayor fidelidad de los clientes y, cada vez más, acceso preferente a financiación en condiciones ventajosas a través de instrumentos como los bonos sociales o los préstamos vinculados a objetivos de sostenibilidad.
El futuro: hacia una economía de impacto
El horizonte apunta hacia una mayor integración del propósito social en el núcleo de los modelos de negocio. Las nuevas generaciones de consumidores, inversores y trabajadores están demandando empresas comprometidas con los retos sociales y medioambientales, y el marco regulatorio evoluciona en esa misma dirección.
La reciente Directiva Europea sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), que obliga a las empresas a reportar su impacto no financiero con el mismo rigor que sus resultados económicos, es un claro ejemplo de cómo la regulación está impulsando este cambio de paradigma.
«En los próximos años veremos una aceleración de esta tendencia», pronostica Elena Martínez. «Las empresas que no integren el propósito social en su estrategia no solo perderán oportunidades de negocio, sino que se enfrentarán a riesgos crecientes de reputación, regulatorios y financieros».
El camino hacia una economía donde el éxito empresarial se mida tanto por su impacto social como por sus resultados financieros está en marcha. Las empresas pioneras que ya han emprendido esta transformación están demostrando que es posible crear valor económico y social simultáneamente, marcando el rumbo hacia un capitalismo más inclusivo y sostenible. En este nuevo paradigma, el verdadero éxito empresarial no se medirá solo por cuánto valor captura una organización, sino por cuánto valor crea para la sociedad en su conjunto. Y esa es una carrera en la que todos podemos ganar.