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La Navidad asoma una oreja peluda en Cuba

Luces de navidad

Si su autor padece o no de algún trastorno psiquiátrico, habría que tocar a la puerta y someterlo a un test mental de urgencia preguntándole de saque si alguna vez ha logrado hablar personalmente con los Reyes Magos o algo más serio en torno a las razones de tan temprana iniciativa.

Lo cierto es que se avecina una de las más tristes y tibias Navidades que ser viviente pueda recordar en la isla excepto aquella en que todos la recibimos, junto al nuevo año, en los cortes de caña en la maratónica zafra de 1970. La razón no es otra que la galopante inflación acompañada de una escasez extremadamente alarmante.

Y si a ello agregamos que el salario y las pensiones no están acorde con los celestiales precios, tendremos que un pensionado con 1,528 pesos mensuales deberá pagar por una libra de carne de cerdo, socorrido para la ocasión, unos 400 pesos si es que no sube su coste en la medida que se acerquen los tradicionales festejos.

Casi por seguro, las principales autoridades del país estén pensando en cómo atenuar este percance en medio de una situación económica para nada temporal, sino crítica por factores internos de insuficiente producción y externos provenientes del Despacho Oval. Pero, además, no tanto por el nacimiento del Niño Jesús, sino porque siete días después tendremos un año más de Revolución, el 65.

Vaya usted a saber si aparecerá una bolsa milagrosa con vituallas alegóricas por núcleo familiar o tal vez con mayor probabilidad un señor pollo que, a diez de últimas, ofrezca cierto parecido al pavo si forzamos algo la imaginación.

Comenzar el 2023 con disgustos y preocupaciones no sería para nada aconsejable.

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