La maldición de Satán

Desde el Malecón

La maldición de Satán

Estas ardientes temperaturas nos han puesto como esos pájaros andaluces, sin ánimo alguno para armar un disgusto y andar.

Malecón de La Habana

Malecón de La Habana

Hace unos pocos años, un simpático y locuaz andaluz me contaba que, con esos calores tan intensos en su tierra, los pájaros se adormecían encima de los árboles para caer al suelo como frutas maduras. Pensé me tomaba el pelo e investigué. Era cierto. No mentía.

En estos días he recordado a aquel colega. Un infernal calor no sólo en Cuba, sino más allá de ella, en extensa región geográfica que no dudo haya provocado algún que otro desplome de techo en un iglú del mismísimo Polo Norte.

En otros tiempos de viejos calores, la gente solía disgustarse, cambiar el carácter por cualquier tontería pasajera. Ahí estaban las broncas en la calle o autobuses y los defensores de nuestro «invierno» en que las personas se saludaban y eran más amables que de costumbre porque el calor nos ponía belicosos mientras el «friecito» alegraba el alma y despertaba los buenos modales.

Estas ardientes temperaturas nos han puesto como esos pájaros andaluces, sin ánimo alguno para armar un disgusto y andar, en el caso de los temerarios, como zombis en plena calle, en deberes insoslayables. Es que hasta los perros callejeros que disfrutan de total inmunidad a falta de perreras, han encontrado dónde ocultarse del sol.

Y nunca mejor dicho que estamos ante una prueba de fuego, en deporte de extremo riesgo, de resistencia si al calor le agregamos este componente muy nuestro del apagón. Preguntar por la sureña ciudad de Cienfuegos cómo marcha el tema de los cortes de electricidad.

Como nunca antes en la historia de Cuba se están viendo tantas variedades de cervezas. Es que hasta de Honduras están llegando gracias a esas controvertidas mipymes. Y nada mejor que un buen bolsillo para una de ellas porque el agua fría no calma la sed según los conocedores.

Entretanto, los kamikazes en el amor se encuentran también replegados. “Estoy esperando la fresca” me confiesa un joven de cierta fama donjuanesca en el barrio en amoríos con una francesa.

Otra maldición. Esta vez satánica, pero con gringos encima de los descapotables de los años 50s en paseos por el Malecón habanero en un acto que precisa tener cajones de cerveza bien helada de la marca que sea.

Más información