El odio como estandarte, incluido en la partitura. Camino con demasiados riesgos para aquellos que mezclan la política en cuestiones propiamente musicales.
Lamentables incidentes nada novedosos en la larga data de confrontaciones con Miami y otras sucursales internacionales donde no anida la concordia ni mucho menos la reconciliación.
Hoy, no puedo dejar de recordar aquella visita como corresponsal de guerra a una penitenciaría sandinista en los años 80 donde conocí a un importante jefe de escolta de Anastasio Somoza. “En nuestro vehículo nunca faltaba la música cubana”, me confesó con cierto orgullo. La pregunta era obligada: Qué escuchaba.
“Silvio Rodríguez y Celia Cruz”, confesó también con emoción no fingida.
Un hombre preparado y dispuesto a volarle los sesos a quien se le pusiera por delante, pero con encomiable apreciación musical.
Nada, que adelante, Buena Fe. “Hace calor en La Habana, mi hermano, cuéntame de Madrid…”
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La mala fe contra Buena Fe