La ministra de Justicia, Dolores Delgado, prometiendo su cargo ante el Rey.
El Partido Popular va a conseguir que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, vaya a ser la primera ministra del Gobierno de Pedro Sánchez en ser reprobada por las Cortes Generales. La encargada del Ministerio de Justicia recibirá en las próximas semanas la repulsa del Senado, que es donde los populares cuentan con mayoría absoluta, por el giro dado respecto a la defensa del juez Pablo Llarena.
El despacho que se ubica en el número 45 de la céntrica calle San Bernardo de Madrid, sede del Ministerio de Justicia, lleva más de una década hospedando a ministros cuyo paso por el Gobierno tiende a ser más fugaz que el de ministros de otras carteras.
Del año 2008 al 2018 España ha tenido tres presidentes del Gobierno y cinco ministros de Justicia.
El primero de ellos fue Mariano Fernández Bermejo, ministro entre el año 2007 y 2009, en pleno ecuador del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Fernández Bermejo, que sufrió la primera huelga de jueces de la democracia, acabó dimitiendo tras participar en una caza junto al juez Baltasar Garzón.
El ministro participó en esa montería sin licencia de caza y apenas una semana después de que la ‘operación Gürtel’ instruida por el propio juez Garzón implicara a varios cargos políticos del Partido Popular.
Tras su dimisión llegó Francisco Caamaño, el último ministro de Justicia que apenas ha tenido complicaciones durante su ejercicio. Dos años de mandato hasta la victoria por mayoría absoluta de Mariano Rajoy en 2011.
Alberto Ruíz Gallardón aterrizó en la calle San Bernardo al mismo tiempo que Rajoy estiraba las piernas en La Moncloa. El exalcalde de Madrid, uno de los grandes favoritos por entonces para suceder a Rajoy en la presidencia del PP, inició su mandato como ministro de Justicia con un regalo envenenado, la ley del aborto.
El joven político trató durante tres años sacar adelante una ley tan retrógrada que hasta su propio partido le tuvo que frenar, a la vista de las encuestas realizadas. El fracaso de la medida acabó granjeándole una dimisión del Ministerio y el abandono de una carrera política que se antojaba brillante.
El sustituto de Gallardón recogió un ministerio en el suelo – en virtud de la opinión de los ciudadanos – y no fue capaz de levantarlo ni un palmo. De hecho, Rafael Catalá consiguió convertirse en el primer ministro reprobado de la historia de la democracia. El Congreso no perdonó su relación con el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, y el de Anticorrupción, Manuel Moix, en relación a varios casos de corrupción que azotaban en esos momentos al PP.
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