Demografía

La esperanza de vida mundial se recupera, pero la brecha sanitaria se amplía entre ricos y pobres

Los avances tras la pandemia no alcanzan a todos: las enfermedades crónicas, los riesgos ambientales y la desigualdad de acceso marcan una frontera cada vez más profunda.

Esperanza de vida
Esperanza de vida

La esperanza de vida global volvió a los 73,8 años en 2023, según un estudio publicado en The Lancet, pero la mejora es desigual. Mientras los países ricos viven más y mejor, millones de personas en regiones de ingresos bajos siguen expuestas a enfermedades prevenibles, falta de atención médica y riesgos ambientales que frenan el progreso. Los investigadores alertan sobre una brecha sanitaria que crece en silencio.

Tres años después del impacto del COVID-19, el mundo ha recuperado la esperanza de vida perdida durante la pandemia. Sin embargo, los expertos advierten que el dato promedio oculta una tendencia alarmante: el regreso a la normalidad no ha sido igual para todos. El estudio del Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud (IHME) identifica una división sanitaria global entre quienes pueden acceder a tratamientos y prevención, y quienes siguen atrapados por la pobreza, la contaminación o la falta de recursos básicos.

Una recuperación desigual: vivir más no significa vivir mejor

En 2021, la esperanza de vida mundial cayó a 71,7 años, pero en 2023 volvió a 73,8 años, el mismo nivel que antes del virus. Detrás de esa cifra se esconden enormes diferencias: los habitantes de España o Italia superan los 83 años, mientras en el África subsahariana la media apenas alcanza los 60.

La pandemia aceleró la desigualdad sanitaria global: las regiones más pobres no han recuperado los años de vida perdidos

En Europa, las causas principales de muerte son cardiopatías y cáncer, asociadas al envejecimiento y los hábitos de vida. En cambio, en muchas zonas de África, Asia o América Latina, las muertes prevenibles por infecciones, accidentes o malnutrición siguen siendo predominantes. La mejora de la longevidad se concentra en los países que ya contaban con sistemas de salud sólidos, dejando atrás a millones de personas sin cobertura ni prevención.

Los factores que agrandan la brecha: obesidad, contaminación y pobreza

El informe del IHME advierte que dos tercios de las muertes globales se deben ya a enfermedades no transmisibles, como las cardiopatías, los ictus o la diabetes. Pero estas dolencias no afectan a todos por igual: en los países con menos recursos, el tratamiento suele ser inalcanzable y la prevención, inexistente.

La desigualdad se expresa tanto en el acceso a la atención como en la exposición a riesgos cotidianos

A ello se suma el impacto de la contaminación del aire, que se ha convertido en una de las principales causas de enfermedad crónica, especialmente en grandes ciudades de Asia y África. En paralelo, la obesidad y el tabaquismo crecen incluso entre las clases populares de países desarrollados, mostrando que la brecha no solo es económica, sino también social.

Región / País Esperanza de vida (2023) Principales causas de muerte
España 83,2 años Cardiopatías, cáncer
Alemania 80,9 años Cardiopatías, cáncer
Reino Unido 81 años Enfermedades circulatorias
América Latina (media) 75 años Diabetes, violencia, alcohol
África subsahariana 60 años Infecciones, accidentes

El otro frente: jóvenes en riesgo y sistemas saturados

El estudio también refleja un aumento preocupante de la mortalidad entre adolescentes y adultos jóvenes. En América y Europa, los suicidios y el abuso de drogas y alcohol están disparando las muertes prematuras; en África, los accidentes de tráfico y las infecciones continúan siendo devastadores.

Las desigualdades sanitarias se amplían entre generaciones: los jóvenes también sufren los efectos del abandono institucional

Los investigadores piden reforzar la salud mental, la educación sanitaria y las políticas de prevención. Subrayan que sin medidas urgentes, los avances de la última década podrían estancarse, consolidando una división global entre “países de larga vida” y “países de alta mortalidad”.

Un desafío ético y político global

Christopher Murray, director del IHME, resume el mensaje con una advertencia: “Nos enfrentamos a una nueva era de retos sanitarios globales en la que el envejecimiento y los riesgos ambientales definirán quién vive más y quién vive peor”.

La brecha sanitaria no es inevitable: depende de las decisiones políticas y del compromiso internacional con la equidad

El informe propone reforzar la cooperación internacional, ampliar la financiación en salud pública y abordar los factores de riesgo de forma integral. Sin esas políticas, la desigualdad sanitaria seguirá creciendo aunque las estadísticas globales mejoren.

La humanidad ha logrado recuperar los años perdidos por la pandemia, pero el precio es una fractura sanitaria mundial que separa a quienes cuentan con sistemas sólidos de quienes siguen atrapados en la precariedad. La verdadera victoria, advierten los investigadores, no será vivir más, sino garantizar que todos puedan vivir con las mismas oportunidades de salud.

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