La entrevista llega en un momento simbólico: medio siglo después de la muerte de Franco y del inicio de la monarquía parlamentaria, el rey emérito rompe su silencio desde su exilio en Abu Dabi para ofrecer su propia versión de la historia. Sin embargo, su relato parece más un ejercicio de reivindicación personal que un intento sincero de reflexión histórica, lo que reabre el debate sobre la responsabilidad y el legado de quien fue Jefe del Estado durante casi cuatro décadas.
Una memoria selectiva para defender su legado
El exjefe del Estado afirma que decidió escribir sus memorias tras comprobar que los jóvenes desconocen la historia de la dictadura y la Transición. “Pensé que hacía falta dar testimonio directo de lo que viví durante 39 años de servicio al país”, sostiene. Sin embargo, su libro Reconciliación no dedica espacio alguno a la autocrítica ni a los episodios que empañaron el final de su reinado.
Juan Carlos I recuerda que, tras la muerte de Franco en 1975, asumió plenos poderes, incluso el derecho a refrendar sentencias de muerte. “No tuve que hacerlo, gracias a Dios”, explica. Pero el mensaje dominante es que la democracia española no fue un regalo, sino el fruto de su dirección y prudencia personal. Una visión que deja fuera los matices y las sombras de su etapa posterior.
Entre la nostalgia y la falta de autocrítica
El monarca lamenta que “un cierto espíritu político, el de la Transición”, se haya perdido en detrimento de España. En su discurso, contrapone el consenso de los años 70 a la polarización actual, pero evita analizar su propia influencia en ese deterioro. Su mirada es nostálgica y, al mismo tiempo, exculpatoria.
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Con esta frase, el rey emérito anticipa las críticas que generará su libro. Más que un gesto de transparencia, parece una advertencia: se protege antes de ser cuestionado. El tono confirma que el objetivo de sus memorias es rehabilitar su figura más que revisar con honestidad su paso por la Corona.
Un testimonio sin perdón
En la entrevista, Juan Carlos I repasa el golpe del 23-F, su relación con Franco y los primeros años de su reinado. Reconoce la traición de Alfonso Armada, su colaborador más cercano, y describe los dilemas que afrontó en un país dividido. Sin embargo, evita cualquier referencia a los escándalos financieros, las relaciones opacas o su marcha de España en 2020, motivos que le llevaron al exilio en Emiratos Árabes Unidos.
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Así explica su traslado a Abu Dabi, que presenta como un acto para “ayudar a mi hijo”. Sin embargo, su explicación deja sin abordar la pérdida de confianza institucional y el deterioro de la imagen de la monarquía.
La reconciliación pendiente
Lejos de ser un ejercicio de introspección, Reconciliación parece buscar rehabilitar la figura del monarca sin asumir responsabilidades. Juan Carlos I insiste en que fue “útil para su país” y que actuó como mediador entre posturas opuestas, pero deja sin respuesta la pregunta esencial: ¿puede haber reconciliación sin autocrítica?
Su reaparición pública coincide con un aniversario que obliga a repensar la memoria colectiva de la Transición y el papel de la Corona en la España democrática. Medio siglo después, el país al que ayudó a transformar todavía espera algo que el emérito no ha pronunciado: un gesto de perdón.





