BNP y Société Générale condicionan la política de Hollande

Francia

BNP y Société Générale condicionan la política de Hollande

François Hollande, presidente de Francia

Valls saca adelante su plan de recortes en los días previos a una semana clave para los dos grandes bancos galos. ¿Qué puede haber llevado al presidente francés François Hollande a aprobar un duro plan de recortes, tras la debacle electoral de Partido Socialista francés en las elecciones municipales? La pregunta está en el aire en un momento clave en que la izquierda moderada europea, que había puestos sus últimas esperanzas en el líder francés, se juega su futuro y quizá su supervivencia como alternativa de poder real.

De momento, el nuevo primer ministro galo Manuel Valls, que representa la tendencia más conservadora del partido, ha logrado la aprobación parlamentaria del ajuste, aunque con un resultado muy poco holgado(265 votos a favor, 232 en contra y 67 abstenciones) y a costa de fracturar su propio grupo político, de nuevo dividido, reactivar a la derecha radical, con Marine Le Pen a la cabeza de los últimos sondeos, y propinar un verdadero mazazo a todos los partidos socialdemócratas del Viejo Continente, cuando falta menos de un mes para las elecciones europeas.

A pesar de algunas glosas favorables de los medios afines, que hablan de la demostración de ‘responsabilidad’ que supone lo que acaban de hacer los socialistas franceses y del coraje político que Hollande habría demostrado, ese mensaje no cala en el electorado progresitas y lo cierto es que, en realidad, con este gesto, vuelve a quedar demostrada una vez más las sospecha de que la izquierda moderada carece de un proyecto propio para sacar a Europa de su crisis y promover la creación de empleo, que sea distinto del ‘austericidio’ promovido por Alemania y Bruselas. Un esquema que critica en la oposición pero que aplica, una y otra vez, cuando logra llegar al poder

Tanto es así que el plan de Valls, que aspira a obtener unos ahorros de 50.000 millones de euros, que incluye la congelación del sueldo de los funcionarios y recortes que afectarán a algunos servicios públicos, se presenta como una forma de asegurar la solvencia del país tras la aprobación de un recorte de impuestos, teóricamente necesario para promover el empleo, que, de momento, sólo beneficia a los empresarios. Un modo de contentar a los exigentes mercados financieros que se diferencia poco, o nada, del tipo de iniciativa que hubiera adoptado Nicolas Sarkozy, sin ir más lejos.

Hay analistas, incluso algunos muy poco sospechosos de veleidades colectivistas, que tampoco entienden que una medida así, se haya tomado justo en este momento, ni consideran tan urgente que el Gobierno galo, sin problemas aparentes para financiarse en los mercados y con un cuadro macroeconómico aceptable, bastante mejor que el que exhibe España, por ejemplo, se haya dado tanta prisa de repente en tomar las medidas que antes rechazaba y, además, haya ido tan lejos.

Algunos observadores, sin embargo, ya han comenzado a elaborar una teoría al respecto que puede leerse en muchos portales de Internet y que relaciona este giro político con las dificultades a las que podría enfrentarse a corto plazo la gran banca francesa, BNP Paribás y Société Générale, cuya salud financiera real no acaba de conocerse del todo y aún despierta muchas dudas en buena parte de la comunidad inversora internacional.

Más aún cuando, en paralelo a la costosa aprobación del ajuste, desde el Gobierno francés se han multiplicado los mensajes hacia el Banco Central Europeo (BCE) y su presidente Mario Draghi para que avance en la toma de medidas extraordinarias de política monetaria. ¿Quieren con eso alejar el fantasma de la deflación del horizonte? ¿O más bien contar con un seguro ante posibles complicaciones que pudieran afectar a su debilitado sistema financiero?

Reglas

Para empezar, la semana que viene se conocerán las reglas y las condiciones que regirán la próxima ronda de pruebas de solvencia a las que deben enfrentarse los grandes bancos europeos. Justo la última antes de que empiece a ponerse en marcha el proceso de Unión Bancaria que convertirá al BCE en el supervisor de los grandes imperios financieros continentales. Una cita importante en la que todos los implicados se van a jugar mucho.

Tras dos fracasos consecutivos, en esta ocasión las pruebas tienen que ser lo suficientemente duras para resultar creíbles. Y eso puede que no sean unas noticias demasiado buenas para algunas entidades, como las galas, que quizá no han puesto todo el empeño que debieran en realizar la limpieza necesaria para el completo saneamiento de sus balances. Una sospecha, quizá infundada pero persistente, que se concentra muy especialmente en Société Générale, uno de los bancos más activos del mundo en el peligrosísimo negocio de los derivados financieros.

Unos productos de los que sigue sin saberse casi nada, que se negocia en mercados desregulados y sobre el que no hay controles efectivos ni transparencia alguna. Y que, además, se encuentran en el origen de la devastadora crisis económica actual que se inició como consecuencia de fatales errores de cálculo alrededor de las famosas hipotecas ‘subprime’.

Ya a mediados de abril, cuando el Parlamento Europeo aprobó el controvertido proyecto de Unión Bancaria que se ha quedado corto a todas luces, surgieron algunas noticias inquietantes. Por ejemplo, el hecho de que los accionistas y acreedores de los grandes bancos tuvieran que asumir en caso de quiebra una cifra mínima del 8% del capital antes de que llegara la correspondiente ayuda pública. En el caso de Société, la cifra alcanzaría cerca de 100.000 millones de euros, según algunas estimaciones. Y eso sólo en la parte que se conoce, por supuesto.

Además, el otro gran banco francés, BNP Paribas se encuentra inmerso en una investigación en EEUU, promovida por el Departamento de Estado por presunta violación de las sanciones impuestas por Washington a terceros países que podría costarle unos cuantos miles de millones de euros. De momento, el banco ha ‘apartado’ 1.400 millones para hacer frente a una posible multa o a un acuerdo extrajudicial al estilo del que suscribió HSBC no hace mucho por una causa similar.

Pero ese coste podría multiplicarse si, como han indicado algunas informaciones publicadas por la prensa estadounidense, las autoridades judiciales del país estadounidense no están ahora tan dispuestas a las componendas como antes por culpa de la tensión geopolítica que ha disparado la crisis de Ucrania y el renacimiento de Rusia como enemigo a batir.

También,la exposición de BNP y Société a Rusia es otro riesgo a considerar. Los dos grandes bancos franceses tienen muchos intereses en un país que, como mínimo, va a pasar por una fase económica complicada suceda lo que suceda con los enfrentamientos entre bloques que se han desencadenado en Ucrania. De hecho, Société se ha visto perjudicada en la Bolsa como consecuencia de la tensión. Además, en los últimos días ha adquirido un Interros Group un 7% de capital adicional de Rosbank, su filial en el país presidido por Putin, de la que ahora controla ya un 99,4%. Aunque, desde el banco galo se asegura que este banco sólo supone un 3,5% de su exposición crediticia total y que, además, no tiene prácticamente intereses en Ucrania.

Con todos estos mimbres, quizá no demasiado consistentes en su conjunto, pero que están ahí, algunos analistas han encontrado una explicación para la peculiar manera de comportarse de Hollande y Valls, como decíamos antes. Al fin y al cabo, la debilidad de los balances de los grandes bancos alemanes y la necesidad de que sus deudores no dejen de pagar puntualmente sus ‘cuotas’ está detrás, según muchos observadores, del empecinamiento alemán que ha agravado las crisis de los países de la periferia europea.

Y quienes defienden esta opinión creen que los riesgos deben ser enormes para haber llevado a Hollande a tomar unas decisiones que, como sucedió no hace tanto con Gordon Brown o José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, puede convertirse en su ‘suicidio’ político y, como hemos dicho antes, en una amenaza más para la supervivencia de la socialdemocracia como ideología con capacidad para convertirse en alternativa de poder frente al predominio del neoliberalismo conservador y el ascenso de los populismos de ultraderecha. Un peligro, en este caso, que sí es completamente real.

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