Quedan nueve meses para que se celebren elecciones generales en Alemania. La actual canciller, Angela Merkel, disfruta de una popularidad bastante sólida (las últimas encuestas aseguran que el 71% de los alemanes tiene una buena opinión de ella, y que su partido, la CDU, obtendría un cómodo 40% de los votos en los comicios de celebrarse estos ahora). El problema es que puede quedarse sin compañero de coalición. Y entonces perdería el liderazgo.
En contra de lo que le sucede a la CDU, los liberales del FPD parecen estar en caída libre. Los datos más recientes ponen en cuestión que vayan a ser capaces de obtener el 5% de las papeletas necesario para entrar en el Parlamento alemán. "Hay mucha gente que está tremendamente descontenta con el FDP pero que quiere que la CDU continúe gobernando", explicaba este fin de semana al semanario alemán Der Spiegel el analista político Gerd Langguth. "Sin lugar a dudas, la situación es peligrosa para Merkel", aseguraba el experto.
El problema del FDP es fundamentalmente interno. Sus dirigentes están enfrentados y no parecen querer darse cuenta de la proximidad de unas elecciones. O, si están pendientes, no parece ser esta cita su prioridad. De hecho, los analistas consultados por el medio alemán aseguran que con la "gente correcta" el FDP volvería a obtener un porcentaje de votos que le convertiría, de nuevo, en un partido clave. A fin de cuentas, su programa electoral no se ha alterado en las últimas dos décadas.
El caso es que el descalabro de los liberales afecta directamente a la canciller. Porque sin ellos, es probable que una coalición formada por los partidos de la oposición (los socialistas del SPD y Los Verdes, que también están ganando mucha popularidad desde los comienzos de la crisis económica) intente acceder al poder. El problema de Merkel es, precisamente, ese: ¿con quién va a gobernar ella?
