La actual campeona del mundo quiere aprovechar la escalada de tensiones internacionales para hacerse con la organización del evento. La Federación Alemana de Fútbol (DBF) ya cuenta con apoyos políticos para exigir a la FIFA el traslado. La XXI edición de la Copa del Mundo se celebrará dentro de cuatro años en Rusia. Así lo decidió la FIFA en diciembre del 2010 no sin levantar una cierta polémica tras anunciar su veredicto; es de conocimiento público la tolerancia profesada por las autoridades rusas hacia el racismo y la homofobia que imperan en la sociedad rusa y, por extensión, en las gradas de sus estadios. Partiendo de esta controversia, y amparada por la reciente escalada de tensiones en el conflicto ucraniano, Alemania se estaría planteando quitarle la organización del evento al gigante euroasiático.
La declaración de intenciones la ha realizado Wolfgang Niersbach, presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), al diario más leído del país: Bild. «Se observa con gran preocupación el desarrollo político en Rusia, algo que no era previsible cuando se tomó la decisión de darle la sede», ha afirmado Niersbach, que cuenta además con apoyos políticos. Los socialdemócratas alemanes (SPD), socios de la canciller Angela Merkel en el gobierno de coalición nacional, se han mostrado de acuerdo con el traslado de la sede desde Moscú hasta Berlín y un asesor de la propia Merkel, Karl-Georg Wellmann, ha explicado que no se le puede otorgar la celebración de un evento deportivo de semejantes características a un país que se encuentra en guerra.
Estas declaraciones llegan días después de que un avión comercial de la compañía Malaysia Airlines fuese derribado en la zona oriental de Ucrania, que actualmente se encuentra en manos de rebeldes prorrusos contrarios al Gobierno de Kiev y que, según los servicios occidentales, está apoyada indirectamente -en concepto de asesoramiento militar y armamento- por el Kremlin. Oficialmente, las autoridades rusas han rechazado cualquier responsabilidad en un suceso en el que murieron cerca de 300 personas, la mayoría de ellas de origen holandés.
Rusia y Occidente (entendiendo por este último término a EEUU y la Unión Europea) mantienen serias diferencias diplomáticas desde que el pasado invierno tropas rusas ya se anexionasen por la vía militar la península de Crimea, hasta entonces territorio de Ucrania. Sin embargo, por el momento las únicas consecuencias para Vladimir Putin han sido una serie de discretas sanciones económicas a miembros de su Gobierno y el desplazamiento de tropas de la OTAN hacia las naciones bálticas y Polonia.
