No quiero ni debo adelantarme a los acontecimientos, pero se está asomando una ficha que pudiera hacer avanzar todavía más la presencia de empresas españolas en Cuba. Lo que no es novedad ni tan siquiera noticia en cualquier rincón de este mundo, en la isla cobraría gran importancia.
Pongamos como ejemplo no tan hipotético a las ferreterías. Algo está sucediendo con ellas porque están desapareciendo. Cada vez son menos y sabido es que tan importante es la farmacia o bodega en la comunidad como ese sitio a donde acudir para la salud y mantenimiento del hogar. En los grandes centros comerciales tenemos, por desgracia, solo una mala caricatura de lo que debe ser un establecimiento de esta naturaleza.
Hasta donde conozco existe la propuesta esta vez surgida de los propios cubanos, de montar una, dos o tres ferreterías ciento por ciento foráneas. Una atractiva opción que, como en juego de ajedrez, algunos se la están pensando porque no se trata simplemente de encontrar un local -que los hay por doquier-, traer la mercancía y comenzar a vender clavos, tornillos y taladros.
Ya hay algunos indicios en este sentido en la llamada Zona en Desarrollo de Mariel, donde el capital es enteramente extranjero y la participación local es de mero aseguramiento para determinadas funciones que no requieren, digamos, “importar” par de chinos para su puesta en marcha.
Impaciente, aguardo por tal “boda”. Siempre con el recelo de que en más de una ocasión, a la hora de la verdad el novio no se presenta o, lo peor, la novia se marcha a galope con el primer amor de la adolescencia.
