Más allá de la solución de los avatares económicos, piedra angular para un mejor país, en la isla soñada, a la que aspiramos no pocos residentes en ella y unos cuantos que viven más allá de sus fronteras, cuando entre ciudadanos e instituciones aparezca el sentido de la puntualidad, estaremos entonces reiniciando un camino muy necesario una vez rescatadas las manecillas del reloj: el del respeto y valor del tiempo de cada cual.
Mientras tanto, continuaremos malgastándolo y acabando con nuestras dosis de paciencia, que ojalá nunca se agoten y no se apodere de cada uno de nosotros esa espantosa conformidad de que el tiempo no cuenta, que da lo mismo hoy que mañana, que si no es la ocho será a las doce como en ciertas consultas médicas.
A no dudar, este tema de la impuntualidad no es de extrañar que algunos también se lo carguen al bloqueo imperial, tendencia que con frecuencia acuden a ello para justificar una ineficiencia carente de límites.
Menos mal que tenemos cada día un gesto o señal de hacer las cosas justo en el debido momento: el Cañonazo de las nueve y la hora exacta en Radio Reloj.
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Homicidas no confesos por matar el tiempo
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