El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos
En declaraciones a la cadena Cope, Guindos ha subrayado, no obstante, que el BCE no maneja en su escenario central la entrada de la economía europea en una recesión (varios trimestres de crecimiento negativo), aunque sí una «desaceleración económica importante» que, combinada con una elevada inflación, anticipa un escenario «muy complejo» para los próximos meses.
«Los próximos meses van a ser muy complejos para la economía europea y mundial por la convivencia de inflaciones altas con señales claras de desaceleración económica, que ya están aquí. Ya hemos empezado a ver que el consumo de las familias en Europa se esta resintiendo y a eso hay que sumarle la incertidumbre de la guerra, que está parando muchos proyectos de inversión», ha indicado.
El exministro de Economía español ha subrayado que Alemania está vigilando continuamente el suministro de gas procedente de Rusia porque ello puede tener un impacto «notable» sobre su economía. «Puede parar gran parte de la industria alemana, puede llevarles a una recesión y una recesión en Alemania puede arrastrar al conjunto de la eurozona», ha explicado.
Se trata, en suma, de un contexto «muy complicado», en el que la política del BCE tiene que centrarse en la estabilidad de precios para llegar a su objetivo de una inflación del 2%.
Para ello, se ha empezado ya a normalizar la política monetaria, con una subida de tipos de interés ya anunciada de 25 puntos básicos el próximo 21 de julio y otra en septiembre que, según Guindos, «puede ser superior» a ese cuarto de punto si la situación de la inflación continúa como hasta ahora.
«Es una normalización de la política monetaria que se ajusta a la elevada inflación en la eurozona, que está claramente por encima del 8%, y que ya no es producida sólo por alimentos y energía, sino que tiene una base mucho más amplia», ha precisado.
Guindos ha reconocido que subir los tipos para controlar la inflación es una «medicina amarga», pues contribuye a moderar la demanda y el consumo, lo que a su vez tiene efectos sobre el crecimiento económico. Pero ha insistido en que el control de precios exige subir tipos, aunque con cuidado, para no provocar el efecto indeseado de una recesión.
Sobre la depreciación del euro frente al dólar, el vicepresidente del BCE ha recordado que no forma parte de la política monetaria actuar en ese campo y ha explicado que un euro depreciado eleva, por un lado, los costes de las importaciones, incluida la energía, pero, por otro, abarata las ventas al exterior.
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