Es que se presencia el colmo de los colmos cuando alguien aguarda hasta por el apagón, sea el anunciado o el llegado por sorpresa o emergencia en razones de déficit.
Fuerte el pulso cuando lo inminente es que resolver pasará a un segundo plano. El día a día lo confirma. No me cansaré de repetir que, en la calle, con sus gentes, está la última palabra del estado y situación de la nación.
De nada valen que suenen trompetas de victorias desde las alturas no tan celestiales si esos acordes no penetran al hogar por una puerta o ventana.
Si de esperar se trata, pues ahí están los productos de la canasta básica que, como en tiempos coloniales se anunciaba en la prensa la llegada de tal bergantín con cualquier cosa, ahora el televidente busca en el estelar telediario de la noche qué buque entró, por dónde y qué trajo, si azúcar, arroz o harina para el pan.
También, que ya está llegando a las cuentas bancarias personales el aumento de pensiones para casi millón y medio de personas en torno a los 4.000 pesos cubanos como tope o lo que es igual, algo más del coste de un cartón de 24 huevos en el sector privado que ronda los 3.000.
Apoyados en el verbo en cuestión, que no escapa a nada, están los que viven pendientes de esas remesas que gracias a las inventivas de suspicaces cubanos, logran burlar las leyes e impedimentos del imperio y las de las autoridades nacionales en plan de búsqueda de divisas. Alguien desde fuera, pone en mano determinada cantidad de dólares o euros y en menos de 24 horas te tocan a la puerta con el importe.
Por esperar, y he aquí un caso más sensible y penoso, aquellos necesitados de medicamentos de cualquier padecimiento o enfermedad crónica incluso la oncológica.
En fin, que estamos ante la difícil disyuntiva de quien espera, desespera. Y el que recurra a esto ultimo estará irremediablemente perdido en el llano…