La modernización de España: de una economía débil a un mercado pujante
La adhesión de España a la Comunidad Económica Europea en 1986, tras la firma del tratado en 1985, supuso un punto de inflexión decisivo. El país, entonces en plena reconversión industrial, vivía un momento de transformación marcado por la apertura a un mercado sin fronteras, la atracción de inversión extranjera y el acceso a fondos de cohesión europeos.
En 1985, el PIB español era de 169.490 millones de euros, cifra que en 2024 ha escalado hasta 1,59 billones, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este crecimiento ha permitido multiplicar por diez el tamaño de la economía española y mejorar el bienestar social.
De país pobre a receptor de inversión extranjera
Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, recuerda que España era entonces un país pobre, no competitivo y con servicios públicos insuficientes. El salario mínimo en 1985 apenas alcanzaba 223,40 euros mensuales, mientras que hoy asciende a 1.184 euros.
La entrada en la UE permitió a España atraer grandes flujos de inversión directa extranjera, especialmente de Alemania, Francia y Reino Unido, y transformar su comercio exterior. Las exportaciones pasaron de 30.600 millones a 384.465 millones de euros en 2024.
Europa ofreció a España un marco de estabilidad, disciplina y oportunidades que impulsó carreteras, aeropuertos y otras infraestructuras clave, subraya Ignacio Molina, investigador principal del Real Instituto Elcano.
España pasó de un 16% del PIB en comercio exterior en 1985 al 28% en solo 10 años
José Manuel Amor, de Afi, destaca que Europa fue un faro de estabilidad y cambio durante las tres grandes crisis que afrontó el país: la de los noventa, la financiera de 2008 y la pandemia de 2020.
Persisten los retos estructurales
A pesar del progreso, España arrastra problemas estructurales. Torres señala que, aunque se pusieron esfuerzos en los grandes números, se descuidó el mercado laboral, donde persisten la precariedad y la inestabilidad. También destaca la falta de recursos en las oficinas de empleo y la difícil transición de la educación al trabajo.
El desempleo, que en 1985 era del 21,4%, sigue siendo del 11,4% hoy en día
Molina coincide en que el modelo productivo español sigue siendo débil, apoyado en sectores de bajo valor añadido y empresas pequeñas, lo que lastra la productividad. Además, la falta de inversión privada y la dependencia excesiva de los servicios agravan esta situación.
Amor alerta del desafío que representa la elevada deuda pública. Además, persiste la brecha salarial y de presencia femenina en puestos directivos, aunque la participación laboral de la mujer ha crecido del 29% en 1985 al 47% en la actualidad.