Y dentro de múltiples conjeturas y pareceres en familia o entre amigos, ese humor con choteo que nos acompaña hasta en un funeral: “¡A comer carne rusa, damas y caballeros!”.
Retorna, como metáfora, esa lata de 400 gramos que a la gran mayoría les recuerda movilizaciones militares, agrícolas, combates en lejanas tierras y hasta milagrosas modificaciones culinarias en la mesa hogareña para no repetir la misma presentación. Ahora, con la novedad del “Abre fácil” para abreviar la escena en un país donde la alimentación es asunto estratégico, de seguridad nacional y que, de momento, no encuentra satisfactoria solución por tantas razones como pulgas en un perro callejero.
Razón tenía aquel colega francés, muy mal visto por las autoridades competentes por su punzante pluma y también mala leche, que al final de su presencia en la isla escribió por los 90s un libro donde aseguraba que los cubanos teníamos sólo tres problemas: el desayuno, el almuerzo y la comida.
Con inusitada fuerza y variedad están llegando o llegarán importantes inversiones rusas en diversas direcciones. Algunas de ellas jamás esperadas que conforman ahora mismo las habladurías populares. Algo sí está claro: la posición geográfica de la isla, codiciada desde siempre por las grandes potencias.
Nada, que aquellos que tuvimos ocasión de estudiar en la antigua URSS, no podemos menos que recurrir a esa sentencia eslava de que “Sólo Dios sabe a lo que nos enfrentamos”.
A desempolvar diccionarios y comprobar eso de segundas partes porque no es lo mismo la URSS que Rusia aunque la capital resulte ser la misma.
