Participantes de la reunión del G20 en un ambiente formal.
La cumbre de Johannesburgo es histórica: es la primera que se celebra en el continente africano y llega tras un año en el que Sudáfrica ha presidido el foro con el lema de “solidaridad, igualdad y sostenibilidad”. El G20 se reúne los días 22 y 23 de noviembre en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, los conflictos en Oriente Medio y Sudán, y una crisis de desigualdad que sus propios expertos califican ya de “emergencia”.
Al mismo tiempo, la cumbre arranca con una fuerte fractura política interna: el boicot de EEUU, presidido por Donald Trump, ha tensado la relación con el país anfitrión y ha complicado incluso el traspaso de la presidencia rotatoria del G20 a Washington, previsto para después del encuentro.
Durante su intervención plenaria, Emmanuel Macron lanzó uno de los mensajes más duros de la jornada: el G20 “posiblemente se acerca al final de un ciclo” si los líderes no son capaces de alcanzar estándares comunes ante las principales crisis internacionales. El presidente francés advirtió de que el foro, creado tras la crisis financiera de 2008 como espacio central de coordinación económica y política, corre el riesgo de “perder su razón de ser” si no ofrece resultados tangibles.
Macron subrayó que, incluso con actores clave ausentes, el grupo no está logrando resolver conflictos como los de Ucrania, Oriente Medio o Sudán, ni articular respuestas coordinadas al enfriamiento de la economía mundial. Sus palabras conectan con la preocupación más amplia sobre la parálisis del multilateralismo, en un momento en el que los grandes bloques geopolíticos se enfrentan con agendas cada vez más alejadas.
Macron advierte de que el G20 puede quedar desdibujado si no ofrece respuestas concretas a las crisis geopolíticas y económicas
Mientras los líderes se fotografían en el centro de convenciones de Nasrec, una parte crucial de la diplomacia se juega fuera de la sala principal. Este domingo, asesores de seguridad europeos se reunirán en Ginebra con delegados de Ucrania y EEUU para discutir el plan de paz impulsado por Donald Trump para poner fin a la guerra con Rusia.
La delegación ucraniana estará encabezada por el jefe de la Oficina Presidencial, Andri Yermak, junto al responsable del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, Rustem Umerov, el jefe de la inteligencia militar, Kirilo Budanov, y el jefe del Estado Mayor, el general Andri Gnatov. El encuentro buscará aclarar un borrador que, según filtraciones conocidas en los últimos días, propone que Ucrania ceda parte del Donbás a Rusia, limite el tamaño de sus Fuerzas Armadas y acepte restricciones a su integración en OTAN a cambio de garantías de seguridad y un levantamiento gradual de sanciones a Moscú.
Varios líderes europeos, algunos de ellos presentes en Johannesburgo, han firmado un texto conjunto en el que consideran que el plan puede ser “una base de trabajo”, pero rechazan cualquier mecanismo de paz que pase por la cesión territorial o el debilitamiento estructural del Ejército ucraniano. Entre los firmantes figuran, entre otros, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, el presidente francés Macron, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el canciller alemán Friedrich Merz o el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
El borrador del plan de Trump plantea cesiones territoriales y recortes militares en Ucrania que generan rechazo entre los aliados europeos
Pese a las tensiones, los líderes del G20 han logrado consensuar una declaración de apertura que defiende la integridad territorial y la soberanía nacional de todos los Estados, pero sin mencionar explícitamente a Rusia. El texto pide que los países se abstengan de recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza para obtener ventajas territoriales y reclama una paz “justa, integral y duradera” en conflictos como Ucrania, Sudán, República Democrática del Congo o los territorios palestinos ocupados.
La mención general a los principios de la Carta de la ONU permite sumar a países con posiciones muy alejadas sobre la guerra en Ucrania, desde la propia Rusia hasta socios como Arabia Saudí, a costa de renunciar a un señalamiento directo al Kremlin. La declaración reafirma además el compromiso del G20 con los Derechos Humanos y condena el terrorismo en todas sus formas.
En la trastienda, no todos están satisfechos. La delegación de Argentina manifestó reservas sobre cualquier referencia a Palestina y recelaba de aprobar un texto de alto perfil sin la participación de EEUU, uno de sus principales aliados. Aun así, el Gobierno sudafricano ha presentado el acuerdo como un éxito del consenso en un foro que, a diferencia del Consejo de Seguridad de la ONU, agrupa a las principales economías sin derecho de veto formal.
| Eje de conflicto | Qué dice la declaración del G20 | Punto de fricción principal |
|---|---|---|
| Ucrania | Defensa de soberanía e integridad territorial, sin nombrar a Rusia | Europa y Kiev reclaman condena explícita y rechazo a cesiones |
| Territorios palestinos | Llamamiento a una paz “justa, integral y duradera” | Argentina y otros socios cuestionan incluir referencias directas |
| Sudán y RDC | Petición de alto el fuego y acceso humanitario | Dudas sobre mecanismos concretos de seguimiento |
| Terrorismo global | Condena “en todas sus formas y manifestaciones” | Diferencias sobre qué actores y grupos se priorizan |
La declaración inaugural defiende la integridad territorial pero evita señalar a Rusia para mantener el consenso entre las grandes potencias
Uno de los capítulos más sensibles del arranque de la cumbre ha sido el traspaso de la presidencia del G20. Sudáfrica ejerce la presidencia de turno desde el 1 de diciembre de 2024 y, al término de esta cumbre, debía entregar el testigo a EEUU. Sin embargo, el boicot de Washington ha derivado en un choque de protocolo.
El ministro sudafricano de Relaciones Internacionales, Ronald Lamola, ha explicado que la presidencia se entregará finalmente en un acto formal el lunes, a nivel de encargados de negocios, después de que el Gobierno de Cyril Ramaphosa rechazara que el presidente sudafricano traspasara la presidencia a un diplomático estadounidense de rango claramente inferior. Lamola y el portavoz presidencial, Vincent Magwenya, han insistido en que no pueden “retorcer las normas por un solo país” y que el respeto al protocolo es una cuestión de principios, especialmente con un socio con el que han tenido que “resetear” la relación en los últimos años.
Estados Unidos, por su parte, mantiene su decisión de no participar en las sesiones de trabajo de la cumbre y justifica el boicot en las denuncias de discriminación contra agricultores blancos en Sudáfrica, una acusación que el Gobierno de Johannesburgo rechaza con contundencia. El resultado es un escenario inédito: la próxima presidencia del G20 recae en un país que ha decidido no sentarse en la mesa en la que se define la agenda que deberá liderar.
Más allá de la guerra, el otro gran eje del inicio de la cumbre es la desigualdad. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha advertido en su intervención de la “concentración extrema de riqueza”, que a su juicio debilita las democracias, erosiona las instituciones y alimenta la polarización. Sánchez ha defendido la necesidad de situar la desigualdad en el centro de la agenda del G20, al mismo nivel que el cambio climático.
El presidente español ha llamado a fortalecer un sistema de tributación global justo, preservar los avances en la reforma de la fiscalidad internacional y dotarse de “normas tributarias para el siglo XXI” que permitan gravar de manera efectiva a las grandes multinacionales y a las grandes fortunas. También ha alertado de que los aranceles no son un arma útil, sino una barrera que frena el crecimiento y dificulta el desarrollo de la industria, especialmente en las economías emergentes.
Estas posiciones encajan con el trabajo del Comité Extraordinario de Expertos en Desigualdad, creado por la presidencia sudafricana y encabezado por el economista Joseph Stiglitz, que ha presentado al G20 un informe en el que alerta de una auténtica “emergencia de desigualdad” y reclama la creación de un panel internacional permanente para vigilar la concentración de riqueza y orientar las políticas fiscales.
Sumario: Sudáfrica y España empujan para que la lucha contra la desigualdad y una fiscalidad global justa se conviertan en prioridades estructurales del G20
El inicio de la cumbre de Johannesburgo deja una imagen ambivalente: por un lado, el G20 demuestra que aún puede producir consensos en torno a principios básicos como la soberanía, la integridad territorial y la necesidad de una paz duradera; por otro, la ausencia de EEUU, el debate sobre el plan de paz de Trump y el aviso de Macron sobre la posible pérdida de relevancia del foro evidencian el grado de fragmentación interna.
Para Sudáfrica, primera nación africana en presidir el G20, la cumbre es una oportunidad para consolidar la voz del Sur global en la arquitectura económica mundial. Para EEUU, que asumirá la presidencia en un contexto marcado por su propio boicot, será un test sobre hasta qué punto está dispuesto a reengancharse a un multilateralismo que hoy se juega buena parte de su credibilidad en Johannesburgo.
Es la primera vez que el G20 celebra su cumbre de líderes en África y la primera ocasión en la que el país que tomará la presidencia —EEUU— llega a ese papel tras haberse autoexcluido de la mesa de negociación en la cita anterior.
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