Termómetro
España vive uno de los junios más calurosos desde 1961, según la Aemet, mientras el curso escolar concluye con temperaturas que alcanzan los 40 grados en muchas comunidades. Esta combinación de calor y final de curso ha reabierto el debate sobre las condiciones térmicas en los centros escolares, muchos de ellos obsoletos y mal aislados. A pesar de que la mayoría podrían rehabilitarse, la falta de una estrategia coordinada y financiación estable mantiene a profesores y alumnos en situaciones límite.
Los sindicatos alertan de la falta de mantenimiento en los 28.710 centros escolares que existen en España. De ellos, 19.325 son públicos y 9.382 concertados o privados. Muchos edificios no están preparados para soportar las altas temperaturas, ya que fueron construidos hace décadas, incluso durante la II República, y no cuentan con infraestructuras compatibles con sistemas de climatización modernos.
En 2022, el Gobierno lanzó el Plan de Impulso a la Rehabilitación de Edificios Públicos (Pirep), con 1.080 millones de euros repartidos entre comunidades autónomas y ayuntamientos. Sin embargo, esa inversión ya se ha agotado y no se ha renovado ningún plan específico para los centros educativos.
“Muchos colegios no están diseñados para responder a la realidad climática actual”, denuncian desde el sector educativo
Aunque hay centros centenarios difíciles de adaptar, la mayoría fueron construidos entre los años 70 y 80, y sí pueden transformarse para soportar el calor extremo, según diversos estudios en arquitectura y sostenibilidad.
Las propuestas se centran en una arquitectura bioclimática con medidas pasivas como sustitución de carpinterías, aislamientos térmicos, o ventilación cruzada. Todo ello permite bloquear la radiación solar y evitar el uso intensivo de aire acondicionado.
“Es clave mejorar la envolvente de los edificios y actuar en cubiertas, cerramientos y ventanas”, apuntan especialistas en eficiencia energética
Actualmente, no existe una normativa específica que regule las temperaturas máximas en las aulas escolares. Por ello, los sindicatos apelan al cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, que sí aplica al personal docente y administrativo, pero no contempla al alumnado.
Ante la falta de normas claras, las comunidades autónomas aplican sus propios protocolos, con medidas como salidas anticipadas, pero sin garantizar la permanencia de los alumnos cuyas familias no pueden conciliar el trabajo con el calendario escolar.
Uno de los ejemplos más innovadores es el colegio público de Gilet, en Valencia, que ha instalado cubiertas vegetales para reducir la temperatura interior. Las propuestas van más allá: convertir los patios de hormigón en parques con árboles, que generen microclimas frescos y espacios inclusivos.
Desde el ámbito de la arquitectura educativa se defiende esta visión como parte integral de la rehabilitación escolar: “Un patio no debe ser solo para jugar al fútbol, sino un entorno fresco, natural e inclusivo”.
Aunque el coste medio de transformación de un colegio supera los 100.000 euros, se trata de una inversión fácilmente amortizable en eficiencia energética y bienestar.
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