El mundo se encamina hacia un ciclo de crecimiento débil. Así lo advierte el Banco Mundial en su último informe sobre las perspectivas económicas globales, publicado esta semana. La entidad con sede en Washington ha recortado sus previsiones en casi el 70% de las economías del planeta y alerta de que la expansión global se ralentizará al 2,3% en 2025, cerca de medio punto por debajo de lo estimado a principios de año.
Un aterrizaje más duro de lo previsto
Aunque hace apenas seis meses se anticipaba un «aterrizaje suave» pospandemia, el Banco Mundial destaca que “la economía mundial se enfrenta de nuevo a turbulencias”. A pesar de que no se prevé una recesión global declarada, de cumplirse las nuevas proyecciones, el crecimiento medio entre 2020 y 2026 será el más bajo para un período equivalente desde los años 60.
Entre los factores de riesgo señalados por el informe se encuentran las fricciones comerciales, sobre todo derivadas de los aranceles de EEUU, la incertidumbre política, el auge de las tensiones geopolíticas, fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes y un crecimiento inferior al esperado en las economías más grandes del mundo.
Si se resolvieran los conflictos comerciales y se redujeran a la mitad los aranceles actuales, el crecimiento global podría ser 0,2 puntos porcentuales más alto entre 2025 y 2026, estima el informe
El mundo en desarrollo pierde tracción
“El mundo en desarrollo se está convirtiendo en una zona libre de desarrollo”, afirmó Indermit Gill, economista jefe del Banco Mundial. Según el informe, el crecimiento de estas economías ha pasado del 6% anual en la década de 2000 al 5% en los años 2010 y ahora cae por debajo del 4% en la década actual.
Esta desaceleración replica el declive del comercio internacional: del 5% promedio en los años 2000 al 4,5% en 2010 y menos del 3% desde 2020. Además, el crecimiento de la inversión se ha frenado, mientras la deuda pública alcanza niveles récord.
Riesgos para la convergencia y la lucha contra la pobreza
El Banco Mundial también advierte que los progresos en la reducción de la pobreza extrema y en la convergencia de renta per cápita con las economías avanzadas se están debilitando. Esto amenaza con revertir avances estructurales logrados en las últimas décadas por las economías emergentes y en desarrollo.
Ante este panorama, el organismo recomienda a los países de renta media y baja reforzar su resiliencia fiscal mediante una redefinición de prioridades presupuestarias y contención de la inflación. También insta a aumentar el apoyo frente a desafíos estructurales, como los efectos acumulativos del cambio climático.