El futuro de CatalunyaCaixa, que recibió 12.000 millones de euros de ayudas públicas, continúa siendo un misterio, entre rumores que apuntan desde un retraso de la subasta hasta un posible troceo. Los continuos rumores sobre el futuro de CatalunyaCaixa comienzan a inquietar a buena parte de la plantilla de la entidad rescatada, que apenas un mes acordó un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectará a 2.153 trabajadores.
En principio, la intención del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), máximo accionista de CatalunyaCaixa, es subastar la entidad tan pronto como se conozca el comprador de Novagalicia (a mediados de diciembre), pero cada vez son los rumores que apuntan a que se podría esperar hasta la segunda mitad del año para realizar esta operación, cuando ya se hayan realizado los test de estrés y la revisión de calidad de los activos (AQR) del BCE.
Otra posibilidad, de la que se hizo eco ElConfidencial.com, pasa por vender Novagalicia y CatalunyaCaixa en un solo paquete a uno de los grandes bancos españoles (Banco Santander, La Caixa y BBVA), o incluso por un troceo de la entidad catalana, opciones que probablemente conllevarían un nuevo ajuste de empleo.
Sea como fuere, los continuos rumores sobre la entidad y los propios vaivenes del FROB, que ya ha suspendido dos veces la subasta de CatalunyaCaixa, comienzan a poner nerviosos a los trabajadores. Tal y como señala la sección sindical de CSICA en la entidad, suspender por segunda vez la subasta de la empresa “fue un inmenso error”.
“Suspendieron la segunda subasta por motivos espurios”, considera el sindicato, “sus propósitos han fallado y el paso del tiempo, como era previsible, agrava la situación por momentos”. En una circular, CSICA critica asimismo que los directivos siguen “sin darse cuenta de que sus análisis fallan estrepitosamente, que sus deseos no se cumplen, y que el paso del tiempo, a pesar de seguir incurriendo en peregrinas interpretaciones contables, no hace otra cosa que degradar las expectativas finales de la empresa”.
Los trabajadores, mientras tanto, se han convertido en “convidados de piedra, algunos sin esperanza y la mayoría sin ilusión”, concluye.





