El sistema bancario de Alemania está tan enfermo como cualquier otro

Alemania

El sistema bancario de Alemania está tan enfermo como cualquier otro

Philippe Lamberts, Europarlamentario de Los Verdes

Alemania está muy a favor de la disciplina siempre que no se le aplique a ella, señala este político belga perteneciente al Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea y miembro de la Comisión parlamentaria que ha lidiado con el ambicioso proyecto de la Unión Bancaria europea. Lamberts alerta de los riesgos que conllevan los déficits democráticos en el Viejo Continente (como que la troika imponga su política a Grecia, por ejemplo) y analiza la figura del BCE como supervisor único. Defiende una mayor integración europea entre otras cosas porque ningún país europeo sería próspero por sí solo. Lamberts también hace un llamamiento contra el deterioro medioambiental.

– ¿Qué opina del modelo de supervisión bancaria única para la zona del euro que ha sido aprobado recientemente?

– Lo primero de todo es que la elección del Banco Central Europeo (BCE) como supervisor único no fue probablemente óptima, ya que crea más problemas en términos de inclusión (de los Estados no miembros del euro), de transparencia (dada la cultura corporativa del BCE de feroz independencia respecto a los políticos) y de expansión del mandato del BCE (ya que el artículo del tratado utilizado restringe sus poderes de supervisión solo a los bancos). Se debería haber erigido una institución separada –próxima pero no supeditada al BCE–, posiblemente otorgándole más protagonismo a la Autoridad Bancaria Europea (EBA). El Consejo [Europeo] ha elegido otro camino y el número de Estados no miembros del euro que finalmente se integren en la unión bancaria indicará si estuvo acertado. Sin embargo, yo sigo sin estar convencido de que otros asuntos de la supervisión se vayan a gestionar satisfactoriamente.

Lo más importante es que esta supervisión común fue impulsada por la demanda de recapitalización directa de los bancos por parte del MEDE [Mecanismo de Estabilidad Europeo], que es un elemento de solidaridad financiera. Rápidamente, tras la Cumbre de junio, parecía que algunos Estados miembros no querían eso después de todo, o por lo menos no para solucionar los problemas del pasado. Y ahora, los rumores apuntan que no habrá solidaridad financiera: incluso si el MEDE interviene para recapitalizar los bancos de un Estado miembro, ese país será plenamente responsable de las pérdidas en las que hubiera incurrido. En otras palabras, la solidaridad está muy bien siempre y cuando no cueste nada. Y esto anula el argumento para establecer una supervisión común.

Sin embargo, desde el inicio de la crisis financiera global, los Verdes hemos sido firmes defensores de la supervisión común del sistema financiero en su totalidad, un sistema que ha sobrepasado las competencias de control de cualquier país por sí solo. En nuestra opinión, esta es una razón suficiente para implantar el mecanismo único de supervisión, pero con vistas a extenderlo posteriormente a los mercados financieros y de seguros.

– ¿Está Alemania jugando limpio en este asunto? Más del 35% de su sistema bancario quedará fuera de la supervisión del BCE

– Desde muy al principio, Alemania parecía bastante falsa en todo este tema. Mientras que su demanda inicial (que no hubiera solidaridad financiera con control) se mantiene totalmente, uno puedo ver que ha estado reticente en todo el proceso. Por una parte, cuestionando la causa por lo que todo esto comenzó –que es la ruptura del vínculo entre deuda soberana y deuda bancaria mediante la recapitalización directa de los bancos por parte del MEDE– y luego mediante la búsqueda de todas las excepciones posibles para sus propios bancos. En ese sentido, Alemania una vez más ha demostrado que está muy a favor de la disciplina siempre que se aplique a otros, pero no a ella. El drama de los landerbanks [las cajas de ahorros germanas], la implicación de bancos privados clave en el mercado subprime de EEUU y la proliferación de escándalos en los que se ha visto envuelto el Deutsche Bank por supuesto demuestran que el sistema bancario de Alemania está tan enfermo como cualquier otro y que la supervisión alemana no ha tenido tan buenos resultados. Pero está claro que Alemania no quiere que sus negocios sucios sean resueltos por extranjeros… Dicho esto, también hay que señalar que el acuerdo finalmente alcanzado garantizará que todos los bancos germanos importantes estarán supervisados directamente por el BCE, que también mantendrá el derecho de intervenir directamente sobre las demás entidades si cree que el supervisor alemán no está haciendo suficientemente bien su trabajo.

– El BCE tendrá mucho poder en la Unión Bancaria, pero ¿cuál será el papel de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) que se creó en 2010?

– En la visión original del Parlamento, la EBA debería haberse convertido desde el principio en el supervisor único europeo para al menos los bancos más importantes desde el punto de vista sistémico. En ese momento (año 2010), el Consejo Europeo se negó frontalmente con el objetivo de preservar las competencias de los supervisores nacionales. Ahora ha cambiado de opinión por dos motivos: en primer lugar porque la EBA perdió algo de credibilidad en los episodios de los tests de estrés y también porque el Consejo no quiso parecer que se desdecía, por lo que eligió al BCE para que asumiera la supervisión única.

No obstante, la EBA seguirá siendo el guardián de la normativa común para los bancos a lo largo y ancho del mercado único y también seguirá siendo el gestor clave de los futuros tests de estrés. Si después de unos años se decide ampliar la supervisión común a todo el mercado único [incluidos los países no miembros del euro], una opción podría ser separar esa unidad de supervisión del BCE e integrarla con la EBA. ¿Quién sabe?

– Muchos observadores señalan que la crisis se está manejando en Europa como un problema moral entre el norte ahorrador y responsable y el sur manirroto y vividor. Y en una crisis de deuda los acreedores son tan responsables como los deudores, ¿cuál es su opinión?

– Estoy absolutamente de acuerdo. Ese lenguaje de “pecadores que tienen que pagar por sus pecados” lo considero un insulto a la realidad. Si el Estado griego o los bancos de España e Irlanda pudieron endeudarse irresponsablemente, tuvo que haber bancos en otros lugares deseando prestarles también de forma irresponsable. De forma parecida, si Grecia pudo equipar a un ejército sobredimensionado fue porque los suministradores de armas –Alemania y Francia, principalmente– estaban felices de vender a los griegos esas armas que no necesitaban. Así que, en efecto, ha habido una responsabilidad muy extendida.

Pero más importante aún, el argumento que escuchamos en Alemania es bastante erróneo. Según esa visión, mientras Alemania estaba llevando a cabo duras reformas [en los años 2000], el llamado “Club Med” [los países mediterráneos] estaba de fiesta, y ahora tienen que recorrer el mismo duro camino que Alemania anduvo en su día. Pero si el resto de Europa hubiera hecho lo mismo, y al mismo tiempo, Alemania no hubiera disfrutado del boom de exportaciones que experimentó: sus clientes habrían ahorrado en lugar de invertir y consumir productos alemanes y en cualquier caso, como la competitividad es relativa, Alemania no hubiera sacado partido de ninguna diferencia de precios significativa.

Aún peor es la historia de que los contribuyentes alemanes están pagando los platos rotos de Grecia, Portugal, España, etc. Hasta ahora, la llamada “ayuda” ha consistido en préstamos, inicialmente otorgados a tipos de interés punitivos (¡según dicen los propios alemanes!). Lo que significa que hasta que uno de los deudores suspenda pagos, la “ayuda” se convierte en un beneficio directo (por el diferencial de tipos de interés) para los acreedores. Y además de todo esto, como consecuencia del “vuelo hacia la calidad”, Alemania, Francia, Bélgica, etc. están prestando a tipos de interés absurdamente bajos (cuando no negativos), lo que supone otro bonus. Así que, si Grecia suspende el pago de su deuda, cualquier pérdida deberá contabilizarse contra los beneficios conseguidos hasta entonces por los acreedores. La solidaridad financiera se materializará entonces, pero sólo entonces, y puede resultar muy limitada.

– ¿Es posible poner en marcha políticas de crecimiento económico en Europa? La austeridad no funciona en absoluto…

– Uno no tiene que ser un destacado científico para darse cuenta de que los ajustes fiscales acelerados y simultáneos: a) han aumentado el impacto recesivo y b) provocan que el grueso del esfuerzo de la consolidación fiscal recaiga sobre los más vulnerables de la sociedad. Al FMI le llevó tiempo reconocer el primer punto, pero al menos lo hizo. La Comisión Europea y el BCE aún están en modo negación. No puedo evitar sorprenderme por el contraste en su manera de tratar a los bancos y a los gobiernos: cuando los bancos dicen que si reducen su apalancamiento (su deuda) demasiado deprisa pueden dañar la economía, se les hace caso y se posponen nuevas reglas (por ejemplo la relajación de las exigencias de liquidez defendidas por el BCE e implantadas por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea recientemente). Pero cuando los gobiernos básicamente plantean lo mismo –“necesitamos más tiempo” – la respuesta es: mantén el ritmo, aprieta los dientes, ya vendrán mejores tiempos. ¿Se debe este doble rasero a que el desapalancamiento de los bancos en realidad podría perjudicar a las personas de elevados ingresos?

Lo que está claro es que necesitamos que nuestras finanzas públicas y nuestra industria financiera recuperen un ritmo sostenible. Sin embargo, en ambos casos, la naturaleza y la velocidad de la consolidación marcan la diferencia y si necesitamos ser comprensivos con la manera que manejamos los bancos, eso mismo tenemos que hacer para ajustar las finanzas públicas.

Entonces la cuestión relevante es, ¿qué es lo que debe permitir avanzar al motor de la economía europea? En nuestra opinión, la respuesta reside en dar soluciones al reto existencial dual que la humanidad necesita para afrontar el siglo XXI: lograr una vida decente para todos dentro de los límites físicos del planeta. Ambos aspectos requieren una verdadera revolución: no podemos continuar sólo asegurando una buena vida para unos pocos felices, y hacerlo mientras ignoramos los límites de lo que se puede extraer de la tierra o hasta qué punto se puede seguir dañando al planeta. Dar soluciones a esos retos constituye una empresa compleja que requiere inversiones clave en infraestructuras, en la recuperación de nuestros recursos naturales, en cohesión social, en educación y en innovación y desarrollo. Si Europa puede convertirse en un líder global en dar soluciones para lograr una vida decente y lo más eficiente posible en cuanto a recursos y energía, no sólo mejorará su propia resiliencia sino también su competitividad. ¿Queremos que China lidere la próxima revolución industrial y social, e importarla nosotros? Honestamente, aquí es donde yo diría que Europa debería seguir el liderazgo alemán, ya que este país tiene un sólido historial en centrarse en el valor añadido y la innovación.

– ¿Existe el riesgo de que Europa termine funcionando a dos velocidades, con dos categorías de países?

Desde mi punto de vista, el riesgo más bien es el de la desintegración de Europa si la lógica del “estamos en esto todos juntos” se pierde en favor del “tú estás por tu cuenta”. Eso es lo que está en juego ahora. Algunos en Europa piensan que su propio país (o región) puede tener o mantener el éxito y ser próspero sin el –o peor, a expensas del– resto de Europa. Teniendo en cuenta que los europeos representan el 7% de la población mundial (más adelante seremos sólo el 5%) y ocupan el 2,2% de la superficie de la tierra, esto es una broma. Ningún Estado europeo –ni el más grande– o región será sosteniblemente próspero por su cuenta en este siglo; la única satisfacción para un país podría ser ver cómo otros colapsan antes que él. La solidaridad no sólo es un imperativo legal, es una cuestión de interés propio. Todos somos vecinos, clientes y proveedores unos de otros y cada uno de nosotros por separado es un enano que afronta los retos planetarios o aquellos causados por la mala conducta de la industria financiera global. Guste o no, estamos en esto juntos, y de hecho a mí me gusta.

– ¿Es posible que Europa avance en su integración y mantenga o aumente su papel en el mundo sin un claro liderazgo? Alemania tiene el poder pero parece que no quiere asumir esa responsabilidad

– Si estamos en esto juntos, entonces debemos de actuar juntos. Eso significa una unión fiscal, lo que implica una unión tanto presupuestaria como impositiva, una unión bancaria, pero también una unión social y por lo tanto una unión política. Claramente necesitamos una Europa más federal, con otro nivel más que añadir a nuestra democracia multi-nivel: a los niveles local, regional y nacional tenemos que añadir el nivel europeo. Pero no podemos hacerlo a expensas de nuestra responsabilidad democrática. La democracia está en el corazón de la identidad europea, tanto como lo están  la libertad, la justicia y la diversidad. Así es como yo he entendido las recientes resoluciones del Tribunal Constitucional alemán: no a la transferencia de soberanía si ello significa una pérdida de responsabilidad democrática. Y debemos reconocer que, a medida que ha ido avanzando la crisis, progresivamente hemos ido compartiendo soberanía, confiando decisiones políticas a estamentos y procesos con una clara falta de legitimidad. En Grecia, las decisiones políticas han sido impuestas al país por la troika, sin haber sido democráticamente debatidas ni aprobadas. Jean-Claude Juncker, el hasta hace poco presidente del Eurogrupo, así lo reconoció en su discurso de despedida. De forma similar, y como parte del semestre europeo, los gobiernos de los Estados miembros adoptan compromisos políticos que apenas son debatidos en sus parlamentos nacionales (si es que se debate alguno). Así que para que una mayor integración de Europa sea aceptada, este déficit democrático dual –a los niveles europeo y nacional– debe ser solucionado. En ese sentido, las propuestas de Herman Van Rompuy [presidente del Consejo Europeo] se quedan cortas, no llegan a alcanzar el objetivo.

Con respecto a Alemania, uno debe reconocer que la política europea se decide cada vez más en Berlín. Angela Merkel ejerce el liderazgo político en Europa; si ella no consigue todo lo que quiere, nada sucede sin su consentimiento, aunque los alemanes sólo son el 17% de la población europea. Esta no es mi visión de cómo debería integrarse Europa, no queremos una Europa que sea gobernada por el canciller alemán en solitario, bajo el único control de Bundestag [el Parlamento federal alemán], de acuerdo con la política y el clima que reina en Berlín, peor: en función de los traumas nacionales característicos de Alemania.

– ¿Saldrá Europa reforzada de la crisis? O corremos el riesgo de retroceder después de más de medio siglo de construcción europea?

Sin la integración más profunda que he propuesto antes, la crisis se agudizará, debilitará Europa y dañará la prosperidad de los europeos. Pero esa integración por sí sola no será la solución si no va de la mano de la drástica reorientación de la política que también he señalado anteriormente. Y además de sus déficits democráticos, Europa debe corregir sus crecientes desequilibrios sociales: uno de cada cuatro europeos está ahora en riesgo de pobreza o exclusión social y el porcentaje está aumentando. De forma similar, estamos ignorando cada vez más retos medioambientales como el cambio climático y el agotamiento de los recursos en nombre de otras prioridades. Como no se corrijan, estas dos bombas de tiempo tienen el potencial de destruir nuestras sociedades. De todas formas, yo estoy convencido de que Europa puede ser próspera en el siglo XXI pero, como Angela Merkel a menudo insiste, esa prosperidad no llegará sin esfuerzo. Para que esos esfuerzos sean aceptados no deben verse solo como convenientes para los desafíos que tenemos que afrontar, también deben ser justos –en el sentido de que aquellos con las espaldas más anchas deben cargar con la mayor parte del peso– y también legítimos, que se decidan de una forma democrática. Nada de esto está fuera de nuestro alcance, pero yo no diría que estamos en el camino correcto.

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