Ese ha sido uno de los motivos de la llamada telefónica desde la barriada capitalina de El Vedado. Saludar, preguntar por la marcha de la salud e informar sobresaltada que de unos veinte felinos que tenía bajo su abrigo sólo quedan cuatro.
Por cada cinco, uno ha permanecido en cómoda custodia. El resto, a saber, dónde diablos se han metido y cuál ha sido su suerte, trágica sin pensarlo mucho.
Como que las cosas más serias en Cuba las tiramos a relajo, cabe preguntar si los animalitos también partieron en ese frenesí casi incontrolable con que muchos se están sumando al éxodo de la isla.
Entonces, las interrogantes detectivescas en torno al estado y situación de la zona donde vive y las características de los vecinos más cercanos, incluyendo dependencias oficiales sin descontar las costumbres viajeras de los gatos que, como se sabe, cuando se enamoran son capaces de perderse varios días bajo las tentaciones, reyertas y pecados del amor callejero.
Sofía no es ninguna recién llegada a Cuba. Nada le asombra. Comenzó a trabajar aquí desde hace casi cuatro décadas a tal extremo que ya está jubilada del mundo de las transmisiones televisivas internacionales. En pocas palabras, conoce la isla, sus pobladores e idiosincrasia.
También sabe, y de mala gana, que algunos han comenzado a comer gatos que, al decir de tales devotos, se asemejan a los conejos.
¿Quién habrá dicho en el Antiguo Egipto que los gatos tienen siete vidas?
