Y en esos recorridos callejeros, conversando hasta con trastornados mentales, me he percatado que por esos avatares tan raros y caprichosos que rigen las modas, hay un aumento alarmante por preferir el cabello rubio o cuando menos una parte de él, que también forma parte del menú.
Hombres y mujeres en perfecto equilibrio donde no faltan niños y adolescentes. Todos de rubio brillante como el bijol. La moda no impone distingos.
En busca de precisiones fui ante los datos públicos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), que ofrece resultados de importantes renglones del quehacer socioeconómico en Cuba. Ocupados en otros menesteres cardinales y tal vez por el coste del estudio no podremos saber cuántos rubios o rubias artificiales tenemos en todo el archipiélago.
Ese frenesí nórdico, germánico o gringo, que nada tiene que ver con nuestras raíces africanas, ojalá no vaya en ascenso y opten también por usar lentes de contacto de color verde. Llegado ese momento, nosotros los cubanos, amantes del tremendismo en todas sus dimensiones, seremos la nación con más rubios y rubias por kilómetro cuadrado del orbe porque poco importará el color de la piel o los rasgos faciales. Rubios y de ojos verdes.
Por hoy, será suficiente. Hay crisis de faltantes en medicamentos, comida, petróleo, recambios, materias primas, pero no en tintes. Y punto, que debo acercar a mi compañera que se harà unas “iluminaciones”, esas mechas de color amarillo pollito…