Categorías: Opinión

Dejen jugar a los niños

Una de las mayores vilezas cometidas estos días por los talibanes del “proces”, al margen de las múltiples marrullerías políticas y legislativas cometidas por sus líderes, ha sido la utilización de los niños como arma de choque para avanzar en sus reivindicaciones. Lo ocurrido en algunas localidades catalanes, incluidas escuelas públicas y maestros desaprensivos, recuerda mucho lo que ocurre en el Tercer Mundo donde los niños son expuestos a los fragores de las guerras salvajes incluso convertidos en inconscientes suicidas con bombas adheridas al cuerpo que gracias a su aspecto inofensivo se mueven con mayor libertad entre las futuras víctimas de atentados.

En Cataluña no se ha llegado a tanto pero la actuación en algunos centros de enseñanza intentando permanentemente adoctrinar a los alumnos en objetivos políticos a través de inculcarles odio a otros y de provocar la división entre sus compañeros y familiares es igualmente intolerable. Los niños tienen la obligación de jugar y los profesores de enseñarles a ser personas, a pensar para que cuando sean mayores puedan forjarse sus opiniones y tomar las decisiones que quieran. Es una vileza, sí, aprovecharse para infundirles conocimientos falsos e inculcarles ideas que lejos de propugnar la tolerancia, rayan en la xenofobia.

La experiencia demuestra que esto al final se volverá en contra. Muchas generaciones de españoles fueron adoctrinadas desde la escuela hasta la Universidad con los argumentos del Movimiento Nacional y la formación a la medida de su espíritu. Incluso acudieron a votar en referéndum intencionados y amañados como el Régimen pretendía, pero ahí está reciente aún el fin de la experiencia: en cuanto se impusieron las tesis democráticas, se recuperaron las libertades y se pudo votar con independencia, fueron muy pocos, apenas unos miles, los que respondieron en las urnas a aquellos dogmas infundidos a la sombra del yugo y las flechas.

Claro que el daño en Cataluña, como antes ocurrió en el resto de España, ya está hecho. Futuras generaciones de ciudadanos crecerán engañados y utilizados como si se tratase de muñecos de peluche. Y lo peor, al igual que ocurrió en España con la Guerra Civil y la postguerra es que integrarán unas generaciones propensas al enfrentamiento y la intolerancia. Hoy, en algunos centros catalanes se está sembrando odio y ya se sabe, el que siembra odios recoge tempestades. Por favor, Govern y demás: reivindiquen lo que quieran, están en su derecho, pero cumplan las leyes como los demás y a los niños… por favor, repito, a los niños déjenles jugar en paz.

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Dejen jugar a los niños

Diego Carcedo

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