De cojones el 1 de mayo en Cuba

Desde el Malecón

De cojones el 1 de mayo en Cuba

Una consigna histórica con toda su crudeza reaparece en el desfile del Primero de Mayo, desafiando pudores oficiales y recordando que en Cuba, a pesar de las penurias, hay gestos que aún laten con fuerza.

1 de mayo en La Habana
1 de mayo en La Habana

Por vez primera, que yo recuerde, y ya voy para setenta y tantos años, sale públicamente completa esa frase del ya fallecido comandante Juan Almeida cuando en aquella emboscada al incipiente Ejército Rebelde en Alegría de Pío, alguien llamó a la rendición de los expedicionarios el 5 de diciembre de 1956, a menos de 72 horas del desembarco, y Almeida gritara enérgico en medio de una infernal balacera: “¡Aquí no se rinde nadie, cojones!”.

En otros tiempos pana nada lejanos, el “pudor” oficial, que aún se manifiesta cuando rememoran esa viril y quijotesca respuesta, hubiera prohibido esa expresión llevada en gran pancarta a la Plaza de la Revolución por trabajadores cubanos en una festividad incuestionablemente masiva.

Es que hasta los encargados de narrar el desfile guion en mano y sin muchas improvisaciones, no se atrevieron a decirlo por lo claro y acudieron al término sustituto de “palabrota que ustedes conocen”.

Muchos en el exterior de la isla y algunos dentro de ella se estarán preguntando ahora mismo cómo fue posible que en momentos tan críticos del proceso revolucionario cubano, donde precisamente es el trabajador quien soporta vicisitudes de todos colores y sabores, el desfile haya tenido características de sobresaliente porque, que yo sepa, nadie fue obligado.

A mi juicio, sin el menor de los aires de analista y mucho menos de académico, hay dos aspectos esenciales a tener en cuenta sin considerar el coste económico que representó la celebración en todo el país.

Uno, el mensaje al imperio de que no hay temor alguno frente a sus amenazas y dictámenes. Y dos, justo en el mismo sitio donde hace 25 años Fidel Castro diera a conocer su concepto de Revolución, el recordatorio obrero del propósito fidelista aún incumplido de “cambiar todo lo que deba ser cambiado” de cara a una poderosa burocracia gubernamental e ideológica  negada o en extremo pensante a las nuevas formas del socialismo actual.

Vamos, que si algún cubano le confesara que nuestros problemas tienen un origen testicular, usted debería entenderlo como corresponde y no tanto desde el punto de vista clínico.

Más información