No suele haber términos medios con Davide Salvado. O lo odian o lo aman. Su arrebatadora personalidad y su falta de prejuicios le han servido por igual para ganarse amigos y enemigos. Pero más allá de las cuestiones extramusicales, es bastante complicado negarle el pan y la sal a la obra de un artista en constante crecimiento.
Salvado ha sido capaz de encontrar su propio camino en el territorio sonoro de la música tradicional y el nuevo folk, gracias al libro de instrucciones legado a las nuevas hornadas por el gran Eliseo Parra, que fue el productor de su primer disco. De quien aprendió a mezclar sin miedo todas las influencias disponibles para engrandecer los cantares ancestrales.
Salvado continua con su particular cruzada para convertir la música tradicional gallega en universal gracias a su capacidad para conmover, entretener y hacer disfrutar a las audiencias de todo el mundo. Y para conseguirlo, no duda en dotar a los ropajes instrumentales de sus temas rescatados de los colores de la modernidad más rabiosa.
Y el artista gallego, además, es un intérprete capaz que canta bien, maneja bien las percusiones y está dotado de ese tipo de sabiduría escénica que no se consigue sólo gracias a la técnica. Una teatralidad exuberante conseguida día a día y escenario a escenario que hace volar sus espectáculos en directo.
Si no lo han visto actuar quizá se hayan perdido algo importante. Pero todo tiene remedio, porque Salvado se encuentra ahora inmerso en una amplia gira con fechas ya cerradas en varios puntos de España y también en Finlandia y Portugal, países en los que también empieza a tener seguidores.
En estos conciertos, el artista gallego, usa como argumento principal de su repertorio, las canciones de ‘Lobos‘, su último disco, en el que ha querido rendir homenaje a la presencia de este animal, y sus derivados, en las historias de la Galicia «más pura y salvaje» y también a las pandereteiras y bailadoras mayores de las que han ayudado a ser lo que es.
