‘Maria Canta Copla’, un disco de Maria Rodés

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‘Maria Canta Copla’, un disco de Maria Rodés

María canta copla

La ‘cantautora’ catalana revisa un género mítico y plagada de grandes canciones desde la contención y el respeto. Siempre ha sido así. Cada cierto tiempo, algunos artistas ‘modernos’ descubren las maravillas que encierra el cancionero tradicional español. Las coplas y los cuplés de toda la vida, que han constituido la banda sonora de varias generaciones, y deciden reivindicar este presunto tesoro escondido.

Más o menos eso, debe haberle sucedido ahora a Maria Rodés, una artista catalana que tras dos álbumes en solitario (‘Una Forma de Hablar’ y ‘Sueño Triangular’) y un par de colaboraciones con artistas de renombre como Coque Malla y The New Raemon, ha optado por sumergirse en este ‘Maria Canta Copla’en el mundo de los sentimientos disparados, las grandes tragedias de amor y las mujeres fatales de andar por casa.

Un universo sentimental y sonoro que dibujaron sensacionalmente en sus trabajos músicos y letristas como Solano, Valverde, Quintero, León, Quiroga y otros cuantos profesionales dedicados en cuerpo y alma a la elaboración de canciones que ponían al servicio de grandes voces como Concha Piquer, Imperio Argentina o Marifé de Triana, chicas capaces de coquetear con lo ye-yé sin perder el impulso racial como Rocío Jurado, Carmen Sevilla o Marisol, o intérpretes de una pieza que no necesitaban una gran voz para desatar pasiones como Sara Montiel o Lola Flores.

La impresionante nómina complica mucho el trabajo de los nuevos aspirantes. Más aún cuando a este listado inicial habría que unir un puñado de folklóricas modernas que no lo hacen nada mal, histriones capaces de todo de la categoría de Falete y algunos genios curiosos que se han dado algún paseo puntual por el género como Antonio Vegao Albert Pla.

Por si esto fuera poco, en estos días se ha lanzado también, el disco que el gran Paco de Lucía había terminado de grabar antes de su trágico fallecimiento, en el que el genial guitarrista quiso dar su particular visión de este estilo y en el que contó con la ayuda de algunas voces perfectamente adecuadas para el trabajo, como las que aportaron Estrella Morente y Parrita.

Pues bien, a pesar de todo eso, como una verdadera valiente Maria Rodés se ha atrevido a llevar a cabo el proyecto y, digámoslo ya, ha salido airosa del envite. Cierto que no podríamos jurar que María Teresa Campos vaya a concederle un espacio en su programa de ‘revivals’ a esta artista. Pero sí que debería hacerlo. Sobre todo porque gracias a un enfoque plagado de contención, sensibilidad y respeto, Rodés ha conseguido que estos viejos éxitos, algunos demasiado baqueteados por el exceso de uso, suenen flamantes, luzcan como nuevos y recuperen la frescura y el candor que les arrebataron los años.

Para conseguirlo, Maria se ha empleado a fondo. Su voz suena bella y profunda, con un punto ingenuo que ayuda a darle un toque encantador a muchas de las historias terribles que aquí se cantan. Su acercamiento, por ejemplo, a ‘Agua que no has de beber’, de momento mi canción favorita del disco, pícaro y divertido, parece una puesta al día del manual de instrucciones de la gran artista catalana Guillermina Motta, que también demostró su maestría en estas suertes.

Además, Maria ha contado con dos colaboradores de excepción Mariá Folch y Guillermo Martorell, que han ayudado a la artista a configurar ese clima melancólico y soñador, en el que la suavidad del conjunto, a veces minimalista, hace que resalten aún más los ‘sabores’ tradicionales de estas canciones.

Sin olvidarnos de otro par de músicos cuyo ‘toque’ se deja sentir en el álbum: Pep Pascual, a los vientos y el guitarrista Mario Mas, conocido por sus trabajos con Silvia Peréz Cruz, una de las jóvenes cantantes más de moda en estos tiempos.

Quizá uno de los primeros aciertos de este trabajo es la selección de las canciones que forman parte de él. Hay, por supuesto, grandes clásicos, como Tengo Miedo, que se beneficia de un arreglo chispeante, con unos coros que recuerdan las deliciosas voces ‘lounge’ de los éxitos de Augusto Alguero, ‘Pena Penita, Pena’ o ese inmortal ‘Tatuaje’ en el que le echa una mano el siempre inquietante Albert Pla, de quien hemos hablado antes.

Además de estos grandes clásicos, a los que se une una reinterpretación saltarina y ajustada de ‘Qué nadie sepa mi sufrir’, hay algunos otros temas que no han sonado tanto y que sí eran merecedores de un rescate en condiciones como el que se les ha proporcionado aquí. Por ejemplo, ‘Flor del Mal’ esa descripción en primera persona de los pasos que han llevado a una mujer aparentemente triste a devenir en peligrosa mujer fatal que inmortalizó Sara Montiel.

En fin, se trata de un disco agradable, que aporta buena compañía y puede disfrutarse sin problemas. De momento, ya ha servido para que los portales de Internet más modernos y los críticos ‘indies’ más serios, nada que ver con el que suscribe estas líneas, hayan facturado sesudos artículos en los que se llena de alabanzas a este álbum por haberle quitado las ‘polillas’ a una música inmortal o haber despojado de la bata de cola a unas canciones que merecían mejor suerte que la que habían tenido hasta ahora.

Yo no llegaría a tanto. Pero admito que la intención era correcta y que, a pesar de que los resultados no estén siempre a la altura, Maria ha grabado un álbum que últimamente suena mucho por los altavoces de mi equipo y ha contribuido también a que desempolve algunos antiguos discos de vinilo que tenía un tanto olvidados. De modo que no tengo más remedio que darle las gracias y recomendarles a ustedes que escuchen este trabajo. Lo mismo les compensa.

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