¿Vuelve el pop de guitarras? Lo cierto es que nunca se marchó. Pero la cálida acogida que la crítica anglosajona ha dado a ‘Atlas’, el tercer disco de ‘Real Estate’, una de las bandas más interesantes de la nueva cosecha estadounidense, parece anticipar un renacimiento de los medios tiempos, las guitarras limpias y algunas de las características de una vieja receta de éxito, utilizada a lo largo de los años por bandas tan diferentes como REM o la Dwight Twiley Band. Sin excluir a The Smiths, por supuesto.
Para su definitiva ‘puesta de largo’, que es lo que podría llegar a ser este nuevo disco, la banda de New Jersey, se ha reconvertido en quinteto. Siguen ahí, el cantante y guitarra rítmica Martin Courtney, el bajista Alex Bleeker y el guitarra solista Matt Mondanile, en quién algunos han querido encontrar al nuevo gran guitarrista pop del siglo XXI en la estela de Jhonny Marr o Peter Buck, ¿les suenan? Un trío que se ha reforzado con dos nuevos miembros fijos: Jackson Pollis en la batería y Matt Kallman en los teclados.
Además, la banda ha buscado la inspiración en la estela de otra de las grandes luminarias del rock americano. En este caso, Wilco, a cuyo estudio, el famoso The Loft, se han ido para grabar Atlas, de la mano de un productor acreditado, y poco intervencionista, como Tom Schlick, famoso por sus trabajos con la gran estrella canadiense del pop Rufus Wainwraight.
Ambas elecciones parecen acertadas, a tenor del resultado y de la pureza de un sonido, simple en apariencia, que pone en primer plano el trabajo del grupo y apuesta poco por los añadidos. Es decir que estamos ante una música directa que no suena en el estudio muy distinta de como sonará después en los conciertos. Una característica que puede resultar de agradecer en estos tiempos de ‘protools’ y retoques.
El ambiente de ensoñación y la perfecta combinación entre unas guitarras que también traen a la memoria algunos pasajes de grupos de los sesenta como los Love de Arthur Lee, los Byrds, o hasta los primerísimos pasajes de Pink Floyd, ya con David Gilmour, en las seis cuerdas, puede contribuir también a hacer más asequibles estas canciones, que no buscan ‘molestar’ ni provocar al oyente para captar su atención.
Todo lo contrario, aquí todo es sutil y delicado. Y, en parte, la tarea de los teclados, siempre presentes aunque casi nunca en primer plano, también contribuye a crear la atmósfera adecuada para una música que acompaña desde el primer momento y cuyos ecos no se apagan inmediatamente cuando deja de sonar.
Otro de los cambios más notables que encontramos en este álbum con respecto a los anteriores, se concentra en los temas que abordan las letras de las canciones. Aunque estemos ante una música luminosa, evocadora y a veces demasiado tranquila para, según que gustos, hay un cierto sentimiento de tristeza o melancolía, con el que antes nunca se les habría asociado.
Pero esa tónica general, que el crítico de Pitchfork, por ejemplo, describe como la descripción del momento en que la fiesta se acaba y toca recoger la basura, no impide que el optimismo o, al menos, la incitación a la lucha, siga también presente, quizá por esa pureza en los arreglos a la que nos hemos referido antes.
También por la simbiosis alcanzada por el dúo que forman Courtney y Mondanile, cada vez más certeros a la hora de elaborar buenas melodías para las canciones y ajustados acompañamientos de guitarra que embellecen, potencian y no molestan en absoluto el transcurso de los mensajes que aspiran a contar los temas.
Y, a pesar de su suavidad, o precisamente por ella, la música de Real Estate en este Atlas, es a ratos evocadora y reconfortante y, a ratos, deja un cierto regusto amargo en el oyente. Quizá porque se abordan aquí algunos asunto de calado que no siempre relacionaríamos con el pop luminoso. La muerte, las decepciones amorosas, el paso del tiempo y las ausencias se filtran en unos textos de apariencia simple pero que van mucho más allá de lo que podría parecer en una primera escucha.
Además, el álbum no puede empezar mejor, los primeros compases de ‘Had To Hear’, canción con la que se abre el disco suenan absolutamente prometedores y el tema va creciendo luego poco a poco hasta convertirse en uno de los más memorables del disco.
Algo parecido, sucede con ‘Talking Backwards’, ‘Primitive’, ‘The Bend’ o ‘Crime’, el primer single. Aunque curiosamente y quizá, sólo por ahora, mi tonada favorita es un instrumental ‘April´s song’, que contiene uno de los trabajos de guitarra más interesantes de un disco en el que abundan los apergios memorables.
En total diez canciones interesantes, en las que no sobra casi nada y que conforman un trabajo de esos que crecen con las escuchas sucesivas. Aún así, nos arriesgamos a decir que este no será el disco ‘clásico’ de Real Estate. Más bien estamos sólo ante el prólogo de lo que quizá esté por llegar. O en eso confiamos.
Sobre todo porque tras la separación de REM y el ‘envejecimiento’ de alguna otra luminaria que no llegó a dar lo que aparentemente prometía, puede haber un hueco en los grandes mercados para una banda como esta y, aunque los de New Jersey, no sean los únicos aspirantes al trono desocupado, tienen muchas posibilidades de conseguirlo. O eso pienso yo, tras haber escuchado atentamente este ‘Atlas’.







