Los lectores de las fábricas, un oficio secular

El Rincón del Habano

Los lectores de las fábricas, un oficio secular

Torcedor de habanos

La profesión de los empleados de las fábricas de tabaco que se dedican a leer periódicos y libros a sus compañeros los torcedores mientras éstos elaboran los habanos tiene historia. La profesión de los empleados de las fábricas de tabaco que se dedican a leer periódicos y libros a sus compañeros los torcedores mientras éstos elaboran los habanos tiene historia. Se trata de todo un oficio en Cuba, reconocido incluso desde diciembre de 2012 como patrimonio cultural de la nación. Con más de 100 lectores activos en toda la isla, la mayor de las Antillas espera elevarlo también a la categoría de patrimonio cultural intangible inscrito en la Unesco, como símbolo de una añeja tradición cubana, informa el diario Deia.

La práctica empezó en el siglo XIX, en la época de la colonia española, cuando el periodista Saturnino Martínez acababa de lanzar un combativo diario obrero, La Aurora, dirigido a las masas proletarias. En 1865 se le ocurrió además enviar a un lector que leyera el periódico a los trabajadores de una tabaquería en La Habana.

Este tipo de lecturas surgieron originalmente en las cárceles, según la historiografía cubana, como una forma de hacer más llevadera la vida a los reos. Por eso también el nombre de galeras para el lugar donde trabaja el lector. En el siglo XX se recuperó el oficio, cuenta. «Con el triunfo de la revolución se va rescatando el oficio con mayor fuerza». «El oficio del lector era y es sagrado», resumió en el diario Granma el etnólogo y poeta cubano Miguel Barnet, añade el diario vasco.

En las fábricas se lee de todo, clásicos y autores contemporáneos, además de los diarios oficiales Granma y Juventud Rebelde. Shakespeare, Dumas, Gabriel García Márquez… Los libros los proponen los trabajadores y pasan a una comisión de lectura encargada de hacer la selección final.

Los torcedores tienen cuotas diarias de producción: 135, 100, 80 habanos al día, según el tipo de habano, y muchos aseguran que si no fuera por las lecturas estarían desinformados.

Inspirados por las lecturas en las galeras han surgido nombres para famosas marcas de habanos, asegura el cronista Barnet. Romeo y Julieta, de la obra del mismo nombre de William Shakespeare, por ejemplo, o Montecristo, de la novela de Alejandro Dumas El Conde de Montecristo.

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