El cantautor de Detroit publica un emotivo álbum en el que rememora el fallecimiento de su madre. La noticia corrió como la pólvora en los circuitos internacionales de los fans de la música ‘índie’. Según fuentes bien informadas, cercanas al entorno del artista, iba a haber un nuevo disco de Sufjan Stevens, uno de los músicos ‘blancos’ más influyentes del pop del Siglo XXI. Y, por lo visto, ¡oh conmoción!, supondría una vuelta a las raíces.
Un punto final, o una pausa, del idilio, aparentemente fugaz, que Stevens mantuvo con la música electrónica y que cristalizó en su álbum anterior, ‘The Age Of Adz’. El mismo que provocó una liquidación acelerada de guitarras acústicas en los ‘cahs converses’ de medio mundo.
¿Una nueva traición? Quizá no. Al fin y al cabo, Stevens estuvo en la vanguardia de ese grupo, en el que también militaron otros aguerridos trovadores como Bonnie Prince Billy, que consiguió poner otra vez de moda el folk en medio planeta.
Es cierto que últimamente, como ya hemos dicho, parecía haber optado por enriquecer sus instrumentaciones con texturas digitales y complicar un tanto su puesta en escena. Pero, esencialmente, Stevens tampoco había cambiado tanto como algunos pensaban.
https://api.soundcloud.com/tracks/190647487
Stevens, además sabía bien la excelencia del material que tenía entre manos. Era consciente de la excelencia de sus nuevas canciones. Por eso ha optado por la desnudez como sistema. Con esas preciosas melodías flotantes que se incrustan en el cerebro del oyente desde el principio y dejan un rastro de placidez a su alrededor, no hacía falta complicarse la vida.
Y no lo ha hecho. Aquí hay alguna guitarra, un poco de percusión, un piano que se escucha a lo lejos, y unos fondos electrónicos que evocan los zarpazos de mellotrón, usadas por The Moody Blues, en sus primeros años, para conseguir una impresión de unidad temática de la obra y superar la división que provocan los silencios entre canciones.
Porque esta es una suerte de obra conceptual al viejo estilo setentero. En ella, Sufjan ha buceado intensamente en su interior para exorcizar los demonios pendientes. Para superar la muerte de su madre y la relación de amor-odio que, aparentemente, habrían mantenido mientras ella estuvo viva.
Por si quedaban dudas, el artista ha concedido unas cuantas entrevistas para hablar del tema y explicarse ante una parroquia, que puede resultar tan fundamentalista, o más, que otras sectas musicales. En mi caso, no hay problema. Tengo la mala costumbre de tener mis preferencias repartidas entre muchos estilos.
Así que les recomiendo que escuchen este disco. Con tranquilidad y tiempo por delante. Que se dejen mecer por la belleza de melodías tan exquisitas como la de ‘Should Have Known Better’, mi canción favorita del álbum por el momento. Y se olviden de lo que se lleva o de lo que no se lleva.
Además, no hay problema. De momento, Sufjan aún goza del favor de los críticos enrollados de medio mundo. Nadie osará despellejar a un tipo al que Pitchrfork, le ha puesto un sobresaliente de nota. Por lo menos, no todavía. Gracias al cielo. Eso nos va a permitir escuchar un precioso disco acústico sin que nos acusen de estar obsoletos. Pues mire usted que bien, señor guardia.
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‘Carrie and Lowell’, un disco de Sufjan Stevens
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