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‘Silk Rhodes’, un disco de Silk Rhodes

El dúo de Baltimore juega a resucitar el soul de los setenta en su primer disco.

Desde hace poco más de cinco años, el artista de Baltimore Michael Collins anda empeñado, sólo o compañía de otros, en construirse una carrera, más que personal, que se caracteriza, entre otras cosas, por su capacidad para no encasillarse nunca y conseguir que cada nuevo álbum suene distinto al anterior. Casi como si hubiera mudado de piel entre un álbum y otro.

La última estación, hasta el momento, de este camaleónico viaje es Silk Rhodes, banda ‘semifantasma’, un dúo en la fotos, con la que acaba de publicar un disco de título homónimo en Stone Throw, un sello californiano muy de moda entre los amantes del nuevo R&B, como el que practican tipos de voces recias como Mayer Hawthorne, o bandas de soul blanco con un suave matiz psicodélico como The Stepkids.

Así que la discográfica que ha fichado a estos Silk Rhodes nos proporciona alguna pista sobre lo que vamos a escuchar. Una propuesta sonora que, de alguna manera, va estar relacionada con el ‘Warped&B’, etiqueta estilística llena de sentido del humor (warped significa en castellano algo así como deformado o deconstruido) que se sacaron de la manga los expertos de The Guardian para describir el género.

Collins tiene también unos cuántos amigos famosos y bien conectados en el mundillo de la música moderna. Tipos como Ariel Pink o Mac de Marco. Arquitectos de un pop iconoclasta y con raíces en las glorias de décadas pasadas de cuyos últimos discos ya hemos hablado en esta sección semanal. Buenas referencias, en cualquier caso.

Lo cierto es que algunos críticos consideran a Collins un especialista en ‘revivals’. Por ejemplo, los expertos del todo poderoso portal estadounidense Pitchfork. Aseguran que a este productor y mago de la electrónica de bolsillo lo que le gusta es introducirse en un estilo antiguo, ‘deconstruirlo’ como haría un cheff moderno y dar su propia versión de cada particular universo sonoro.

Lo habría hecho con la new age y el pop de guitarras de los sesenta como RUN DMT su primer grupo, con el folk en Salvia Plath, el segundo y ahora le habría tocado al soul de los setenta en esta nueva mutación que lleva a cabo con la complicidad de Sasha Win, la voz principal. Un viejo compañero de aventuras musicales de Collins que aporta la dosis justa de ‘falsetes’ para que el invento funcione.

Y a quien también le gusta experimentar y divertirse. De hecho, si algunas leyendas urbanas que se han extendido en los artículos promocionales escritos sobre el disco son ciertas, los dos cómplices habrían grabado parte del álbum en el interior del coche de Collins, con un pedal de ´loops’ y una grabadora conectada al equipo de sonido del vehículo, mientras conducían y ‘actuaban’ en directo por las calles de su ciudad.

Pero, finalmente, ¿qué nos aportan Silk Rhodes en este debut? Quizá lo peor es que, de momento, la producción es más bien escasa. Este primer álbum se compone de doce canciones, en general de9corta duración, que sólo se extienden a lo largo de 29 minutos. Puede ser bueno, porque deja con ganas de más.

Sin embargo, habrá quien lo considere malo, porque quizá lo que sucede, de verdad, es que la ‘broma’ tenía sus límites y esto era todo lo que Collins podía hacer jugando con sus maquinitas a emular el universo sonoro pre-disco, de aquellos grandiosos tipos como Gamble y Huff, los inventores del sonido de Filadelfia.

Ante la duda, siempre queda la música, por supuesto. Y hay buena música aquí. Pero quizá no es exactamente lo que algún comprador del álbum, que conozca los antecedentes del artista, pueda esperar. O no del todo.

No conviene dejarse influir demasiado por el nombre elegido que, en el actual ‘slang’ de los modernos estadounidenses, tiene una connotación claramente relacionada con las drogas de diseño, idea que refuerza la portada del disco. No hay demasiada psicodelia aquí.

Aunque hay muchas dobles lecturas posibles con un nombre como este y esa ‘seda de Rodas’ (posible traducción española de Silk Rhodes) , también podría ser una referencia al sonido del piano eléctrico Rhodes, un instrumento indispensable en los discos de funk y soul de los setenta, el estilo que, como ya hemos dicho, Collins y Win exploran en este trabajo de presentación de su flamante, y ¿quizá efímero?, dúo.

Todo es muy interesante, aunque a ratos parezca el álbum en su conjunto parezca la banda sonora de un juego de ordenador de los ochenta. Uno de esos en que el personaje protagonista deambulada de noche por las calles de una ciudad mal iluminada en busca de alguien con quien pecar.

A mí me ha divertido y todavía me entretiene. Incluso hay canciones como ‘Pains’, el single elegido y mi canción favorita del álbum por el momento, o ‘Personal Use’ que, en mi opinión, están hechas para perdurar. Pero no sé lo que pensaran ustedes. Desde luego algo así no se publica todos los días y el esfuerzo de escucharlo puede merecer la pena.

En caso contrario, tampoco iban a perder mucho tiempo, la verdad. Como ya les he dicho, sólo media hora más o menos. ¿Se atreven a probar? O ¿van a seguir eternamente pegados a su viejo disco de versiones modernillas de los mismos boleros de siempre? Difícil elección.

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‘Silk Rhodes’, un disco de Silk Rhodes

Rafael Alba

No fui fotógrafo de "Playboy", pero sí hice allí entrevistas y artículos. Escribí sobre música en "Diario 16", "Geo", "El Gran Musical", "ZZPOP", "Audioprofesional", "Sterofonía" y "Backstage". En "El Economista", "America Económica", "Cuba Económica" y "La Revista de la Bolsa" intenté aprender economía. En "El Boletín" me metí en política. Y ahora he vuelto a lo mío. Pero lo que más me gusta es tocar la guitarra, así que no es raro verme subido al escenario de algún club…con Las Dos en Punto, por ejemplo.

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