La Habana sometida al peor de los momentos desde el comienzo de la pandemia allá por marzo del pasado año. Las cifras de contagios se elevan como espuma en casi toda la isla y la gente principia a ponerse más nerviosa e intranquila de la cuenta. Algo muy propio de nuestro temperamento sanguíneo.
Poco falta si tuviéramos cultura democrática y de sano debate, para que una multitud o cuatro gatos porque da igual, se tome las calles exigiendo ya la vacuna.
Las autoridades lo saben. Como pocas veces, amanecen y se acuestan en plan de indio apache, con el oído pegado a tierra para presentir o enterarse de lo que viene en camino.
Por ello, no cesan las comparecencias de científicos, entendidos y responsables de las futuras vacunas, que son entre cuatro y cinco.
La última en dar cara a la tv una vez anunciada la trágica noticia récord de 16 muertes en un día, fue la doctora Meiby de la Caridad Rodríguez, directora de investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas. La especialista no mencionó ni a Supermán, Batman, Napoleón o Felipe VII. Se limitó a una didáctica y convencible explicación de que todo lleva su tiempo y de que a la par del distanciamiento y la mascarilla, hay que extremar el cuidado y hacerse de un poco de paciencia, tareíta nada fácil.
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Como lo de aquel emperador romano: “Apresúrate lentamente”
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