“España atraviesa un proceso inédito de fragmentación social” en el que “la clase media se contrae desplazando a muchas familias hacia estratos inferiores”, recoge el estudio, que apunta que “tras dos décadas de crisis encadenadas, las fases de recuperación no han cerrado la brecha y han llevado a España a contar con una de las tasas de desigualdad más altas de Europa”.
Según advierte, “la integración social se erosiona” y “la exclusión grave permanece muy por encima de los niveles de 2007”. En 2024 la exclusión severa afectó a 4,3 millones de personas.
Los principales motores de la exclusión social en España son la vivienda y el empleo. “La vivienda es hoy el factor que está activamente reconfigurando nuestra estructura social, expulsando a uno de cuatro hogares de una vida digna, y triturando el difícil equilibrio de las clases medias”, ha afirmado Raúl Flores, secretario técnico de la Fundación Foessa y coordinador del informe.
Respecto al empleo, aunque “mejora macroeconómicamente, ha perdido gran parte de su capacidad protectora e integradora”. “La precariedad laboral se ha convertido en la nueva normalidad, afectando a casi la mitad (47,5%) de la población activa” y 11,5 millones de personas se encuentran atrapadas en diversas formas de inseguridad laboral.
“La ESO ya no protege”
A la vivienda y el empleo se suman otros factores multiplicadores de la exclusión, como la educación, el origen familiar, la salud y las relaciones sociales. De acuerdo a este informe, “la ESO ya no protege”. El “cortafuegos” contra la pobreza y la exclusión se ha desplazado al Bachillerato y a la FP. “Si una persona no consigue completar estudios superiores a la ESO, su riesgo de caer en exclusión severa se multiplica por 2,7”, asegura.
En cuanto al origen familiar, los hijos de personas con bajo nivel educativo tienen más del doble de probabilidades de caer en situaciones de pobreza que los de progenitores altamente formados.
Sobre el factor de la salud, “la desigualdad también se mide en años de vida”. Además del deterioro de la salud asociado a la malnutrición, el informe detecta cómo las listas de espera y la dificultad para conseguir cita están minando el acceso a la sanidad.
El 6% de las familias más vulnerables que tenían una enfermedad grave no recibió atención médica el año pasado, “el doble que en el conjunto de la sociedad”. A esto hay que añadir que la salud mental también se resiente. Los diagnósticos de depresión, ansiedad o trastorno adaptativo alcanzan al 6% de la sociedad, pero superan el 12% entre quienes viven en exclusión severa.
La exclusión grave crece en los hogares encabezados por mujeres
El primer grupo que sufre especialmente esta fractura social son las mujeres. La exclusión sigue creciendo y penalizando a los hogares encabezados por mujeres, pasando del 17% de exclusión en 2007 al 21% en 2024, y especialmente en las familias monoparentales que han pasado del 12% en 2007 al 29% en 2024.
De hecho, del total de hogares excluidos graves, casi la mitad están encabezados por mujeres (el 42%, más de 15 puntos porcentuales desde 2007).
La infancia y la juventud, los “grandes perdedores”
Los “grandes perdedores” del modelo socioeconómico actual son los jóvenes y los niños. Un tercio de toda la exclusión severa en España corresponde a menores de edad, cuya tasa de pobreza se sitúa en el 29%, la más alta de todos los grupos de edad y de las mayores de Europa.
A ellos se suma buena parte de la juventud que vive una situación de “bloqueo vital”. En concreto, 2,5 millones de jóvenes están atrapados en una precariedad estructural, “enfrentando tasas de temporalidad, parcialidad involuntaria y salarios bajos que duplican la media española”.
“Esta no es una ‘crisis juvenil’, es una crisis de sociedad que nos hipoteca a todos: fractura la cohesión social, amenaza la sostenibilidad del Estado de Bienestar (pensiones, natalidad) y deteriora nuestra salud democrática”, defendió el coordinador del estudio.











