Es que hasta el tonto de la vecindad se percata de ello, que agosto ha llegado con las mismas intenciones de julio: calor, apagones y contratiempos de todos colores.
Tanto calor y trastornos en la atmósfera lejana y cercana que este pasado fin de semana una impresionante tromba marina ofreció su espectáculo frente por frente al Malecón habanero. Por fortuna, se lo pensó dos veces y no tocó tierra.
No hay asomo de mejoría práctica, visible a pesar del esfuerzo de los telediarios o noticieros en mostrar triunfalismo a las dos manos sobre todo en el tema alimentario.
En extremo crítico el panorama socio económico de la isla con ese malévolo repertorio de míster Trump y su banda acompañante más la ausencia de novedosas medidas de las autoridades para revertir el daño a falta de audacia.
No hay ningún renglón que ofrezca resultados alentadores y con ellos debemos asumir el día a día con dosis de valentía y esfuerzo que bien pudieran tener fecha de caducidad.
Entretanto, y no se requiere ser un aventajado émulo de Nostradamus, sino tener pies en tierra, podríamos enfrentar un episodio irreversible, que la insatisfacción económica se traduzca en política.
Nuestro Parlamento y su Estado Mayor, salvo contadas y honrosas excepciones, debe espabilarse, aprender de la lección de la ministra de Trabajo y Seguridad Social para fomentar la transparencia, el debate, la discusión y dejar a un lado esa unanimidad tan masiva como poco creíble a los ojos del pueblo y el mundo parlamentario.
Solidaria esa tromba que no le dio por visitarnos para complicar un poco más las cosas. Todo lo contrario a aquel tornado en 2019 que le dispensó el recibimiento presidencial a Miguel Díaz-Canel.