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40 años del cohete Ariane, emblema de la autonomía espacial europea

Hace 40 años, el cohete Ariane despegaba por primera vez desde la Guayana francesa brindando a Europa su autonomía en el ámbito espacial, donde la competencia mundial no ha dejado de crecer.

Eran las 14h13 hora local del 24 de diciembre de 1979: Ariane despegó de la base de Kurú para su vuelo inaugural, sin ningún satélite operativo a bordo. Era la culminación de un camino plagado de obstáculos y reveses.

«Desde el lanzamiento y luego con los encendidos y las separaciones sucesivas de las tres partes, los espectadores no ocultaron su gran alegría al ver Ariane elevarse al cielo despejado de la Guayana», escribió el enviado especial de la AFP.

En la sala de control del centro espacial, Yves Sillard, entonces director general del CNES, la agencia espacial francesa, declaró cumplida la misión, sin «incluso esperar el diagnóstico de satelización», según el despacho.

«Fue un éxito total, suscitó una alegría indescriptible», recuerda hoy Sillard, interrogado por la AFP.

«En la sala hubo risas, lágrimas… ¡como tras una hazaña deportiva!», afirma Guy Dubau, exjefe de operaciones del centro de lanzamiento.

Su equipo se sobreponía así al fracaso de unos días antes, el 15 de diciembre, cuando el cohete se quedó en tierra tras el encendido del motor, debido a un problema de ajustamiento que nadie anticipó.

«Confiábamos plenamente en esos motores», según Dubau. Y el hecho de que no funcionaran fue como «un mazazo que dejó petrificadas a las 150 personas encerradas en el centro» de operaciones.

El fiasco del cohete Europa

Por motivos técnicos, solo tenían nueve días para volverlo a intentar. «Hubo que trabajar 24 horas al día. Instalamos incluso un pequeño dormitorio en el centro», relata.

Un fracaso «habría podido tener consecuencias dramáticas, inclusive el fin del programa», según Sillard. En la memoria colectiva seguía vivo el fiasco del cohete Europa, una lanzadera desarrollada en los años 1960 que nunca despegó, debido a la falta de coordinación entre países y a la ausencia de una dirección única.

El programa Europa fue abandonado en 1973, año de la creación de la Agencia Espacial Europea (ESA). Esta confió el proyecto Ariane a un único responsable, el CNES.

El desafío era de envergadura: Estados Unidos acababa de lanzar su propio programa «explicando que éste permitía reducir cinco veces el coste del lanzamiento respecto a una lanzadera convencional y que este modelo iba a desaparecer», evoca Sillard.

Aunque Ariane debía demostrar lo contrario, el escepticismo rodeaba el proyecto. Hasta que Estados Unidos decidió bloquear el lanzamiento del satélite franco-alemán Sinfonía, acelerando las cosas por parte europea.

El hilo de Ariane

Bajo responsabilidad francesa, más de 50 empresas originarias de 10 países trabajaron en el desarrollo del nuevo cohete bautizado Ariane, en alusión al hilo de la mitología griega, «el que iba a sacarnos del laberinto de la complejidad de las discusiones europeas», según Gérard Brachet, entonces ingeniero del CNES, y del que posteriormente fue su máximo responsable.

Con Ariane 1, por primera vez en el mundo occidental, el monopolio estadounidense del lanzamiento de satélites se resquebrajó. Europa adquirió su independencia y se instaló en el tablero espacial mundial. «Este lanzamiento nos dio una credibilidad comercial», subraya Brachet.

«Si no hubiese habido ese despegue hace 40 años, no habría habido una industria espacial europea tal y como existe ahora», según Jean-Yves Le Gall, actual presidente del CNES.

La aventura Ariane y sus cinco generaciones fue globalmente un éxito, pese a algunos fracasos, como el del primer vuelo de Ariane 5, que explotó en el aire.

De los modelos 1 al 5, la potencia de carga transportada se multiplicó por 10, subraya Stéphane Israël, presidente de Arianespace, grupo responsable de comercializar los servicios de la lanzadera.

Pero Ariane está confrontado desde hace varios años a una competencia mucho más dura, esencialmente al estadounidense Space X, que cuenta con una lanzadera reutilizable y se beneficia de lucrativos pedidos institucionales.

El contraataque se llama Ariane 6: la futura lanzadera que volará en 2020 está llamada a ser más competitiva gracias a una racionalización drástica de los costos de fabricación.

Ariane 6 será polivalente, con un motor capaz de encenderse varias veces, lo que le permitirá depositar durante una sola misión varios cargamentos en distintas órbitas, algo apreciado por los clientes en un contexto de multiplicación de satélites en miniatura y de sus aplicaciones (meteorología del espacio, geolocalización, objetos conectados…)

El próximo reto será desarrollar Prometheus, un motor potencialmente reutilizable.

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AFP

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