Rajoy, dispuesto a darle la puntilla al PSOE

Detrás de la cortina

Rajoy, dispuesto a darle la puntilla al PSOE

Rafael Alba

El presidente del Gobierno en funciones y su partido agitan ante los socialistas el fantasma de las terceras elecciones. ¡Virgencita que me quede como estoy! Este es el gran argumento de política estratégica al que se aferran los conjurados que hace una semana tomaron el poder en el PSOE, dirigidos en la sombra por el sumo sacerdote Felipe González. Un equipo integrado, según algunas versiones del asunto que corren por las redes sociales del ‘enemigo’ interno, por artistas tan conocidos como La Niña de los Eres, El Niño del Tranvía, Los Palmeros del Pocero y la Ex de Imagina.
 
Unos flamencos que, por lo visto, cantan y bailan al son que les tocan y que vayan ustedes a saber quiénes son, sobre todo si no manejan el lenguaje técnico, excluyente y de secta, que emplean los avergonzados militantes en las devastadas sedes de este partido centenario en horas bajas.  Pero ellos, los militantes, sí que lo saben y ahí siguen, atónitos y, en manos de una banda, por mucho que Susana Díaz dijera que allí no había bandos, que parece haber tomado el poder para firmar la rendición porque se sabe incapaz de mejorar los malísimos resultados electorales que, una y otra vez, obtuvo el secretario general defenestrado Pedro Sánchez.
 
Aunque peor todavía parece ser lo de Emiliano García-Page. Esa apelación al orgullo que no se cree ni él y esa amenaza, que no se sabe bien si lanza sobre propios o extraños, de que, si al PSOE le toca ahora enfrentarse con Mariano Rajoy en el terreno de juego de las urnas, lo va a hacer con un candidato espectacular. ¿Acaso piensan fichar a alguien? ¿A un crack extranjero como Jeremy Corbyn?
 
No, por supuesto. Los rumores apuntan hacia Angel Gabilondo, un tipo templado, sí, y con prestigio, también, pero que no levanta pasiones precisamente. Y que, además, no fue capaz de derrotar en Madrid a la pizpireta Cristina Cifuentes. Y no sólo eso. Alguien que no tiene carnet, lo que, implícitamente significa reconocer que, hoy por hoy, no hay un solo líder en el partido capaz de garantizar por lo menos una derrota honrosa.
 
¿Cómo lo va a haber si los jefes ‘golpistas’ siguen sin tener el coraje de hablar en plata y admitir que provocaron el bochornoso relevo de poder para que los parlamentarios del partido se abstengan y Rajoy pueda seguir instalado en La Moncloa? Y, ¿cómo después de hacerlo esperan que alguien se crea que no van a repetir la jugada y a pactar con el PP todo lo que sea necesario por aquello del Sentido de Estado, los mercados y Bruselas?
 
Y ahí está administrando el imparable cabreo de sus huestes, el asturiano Javier Fernández, al frente de una gestora cuyas pretensiones nadie sabe exactamente, aunque todos sin excepción se teman lo peor. Lo que no deja de ser lógico, después de haber sufrido los efectos del chaparrón. Porque escampar no escampa. Al contrario, la lluvia arrecia todavía. Y no se atisban en el horizonte signos concluyentes de que la tormenta interna vaya a remitir en los próximos días.
 
Hasta hay algún confidencial de Internet, la prensa del enemigo, donde se asegura que el plan podría ser este: dejar al partido como esta ahora, sin congreso ni primarias, durante un par de años. O quizá el tiempo que haga falta para que las huestes de Sánchez se disgreguen, las perspectivas electorales del PSOE mejoren y Susana Díaz pueda convertirse en secretaria general primero y en presidenta del Gobierno sólo unos meses después. O por lo menos competir con el candidato del PP en condiciones de conseguirlo y con la seguridad de que podría conseguir un resultado digno.
 
Una teoría que, en la última semana se ha extendido vertiginosamente de ‘facebook a facebook’, ya saben la versión moderna del ‘boca a boca’ y que ha contribuido más todavía a aumentar la justa indignación de una militancia que sigue sin dar crédito, cuando comprende que esos tipos que quieren hacer que todos comulguemos con sus ruedas de molino no van a pararse ante nada con tal de defender los intereses de sus ‘amos’. Sean estos quienes sean. Y aunque nadie sabe quiénes son, muchos sí se lo imaginan.
 
Tan mal está el panorama que, en casi todas las agrupaciones del PSOE, muchos han considerado lógico que el PP haya entonado a lo largo de esta semana el cántico de “Roma no paga traidores” y hayan surgido voces, acalladas con la boca pequeña por Mariano Rajoy, de que lo que hay que hacer es ir a esas terceras elecciones que hasta hace nada eran poco menos que la peor catástrofe de la historia de España, para asegurarse de que el país tenga un gobierno estable. O eso, o conseguir que los socialistas firmen un pacto vergonzante, en el que se comprometan a dejar gobernar al PP como si tuviera esa mayoría absoluta que las urnas no le han dado.
 
La ‘chulería’ es comprensible, por supuesto en el contexto actual. Existen ya un montón de encuestas que confirmarían ese extremo. Es decir que, en el hipotético caso de que los españoles fueran llamados a las urnas por tercera vez en el plazo de un año, el PSOE se derrumbaría, Ciudadanos seguiría con su proceso de disolución acelerada, Unidos Podemos se mantendría poco más o menos, y alcanzaría el ansiado ‘sorpasso’ y el liderazgo de la oposición, y el PP subiría otro poquito rapiñando votos de rojos y naranjas hasta conseguir, quizá, la mayoría absoluta sin necesitar más apoyo que el de Albert Rivera, su ‘marca blanca’.
 
Y eso duele y mucho a los sufridos socialistas de a pie que, además, tienen que escuchar esas bravuconadas del enemigo histórico en una semana que debería haber sido desastrosa para ellos. Con los juicios de la ’Gürtel’ y las ‘Tarjetas Black’ en marcha y los populares aferrados a una estrategia, que ya utilizaron con éxito en el ‘Caso Naseiro’ y que consiste en negar la validez de toda la instrucción para conseguir algo parecido a un sobreseimiento vergonzante del caso. ¡Esa es la regeneración que impulsan estos chicos y chicas!
 
Pero gracias a la ‘contraprogramación’ puesta en marcha por los alegres muchachos y muchachas que dirige Felipe González, según parecen creer muchos militantes y simpatizantes del viejo partido de la rosa, una vez más, la corrupción y la podredumbre en la que chapotean constantemente los enemigos del PP va a pasar desapercibida, porque la noticia que ocupa el primer plano de la actualidad es la debilidad socialista, la humillante situación de un partido entregado y roto que suplica de rodillas que no vuelvan a llevarle a las urnas y que se apiaden de él. Con un único argumento, el de que su supervivencia es vital para mantener intacto el sistema. Justo el más adecuado para un partido que, supuestamente, no hace tanto quería llegar al poder empujados por los vientos del cambio y la regeneración.
 
Y, ¿por qué no se presenta Felipe? Dicen algunos. ¿O Susana? Tal vez eso sería lo más lógico. Que los máximos responsables del relevo en las alturas socialistas ocupen por fin el trono que se han empeñado en dejar vacío y explique, detalladamente su plan. Lo que harían, por ejemplo, además de abstenerse, cada vez que Mariano necesitase los votos socialistas para sacar adelante sus iniciativas. ¿O están dispuestos a investirle y a derribarle luego en el plazo de uno o dos meses? ¿Acaso con esa maniobra iban a mejorar las perspectivas electorales del partido?
 
A lo mejor sí. Pero alguien debería atreverse a decirlo y a dar la cara. Y también a hacer autocrítica si llega el caso y toca asumir una derrota espectacular por culpa de un error de cálculo propio. Y no se atisba ningún candidato valiente en el horizonte más bien, como ha explicado en su videoblog, esta semana un comentarista poco sospechoso de simpatizar con Pedro Sánchez, lo que parece es que el PSOE ha sido tomado por un ejército de pusilánimes. Y esa cobardía engrandece al secretario general caído porque el sí tuvo el valor de defender sus ideas, aunque fuera tarde, aun sabiendo que podía perder la cabeza en el intento.

Más información